• La historia del Deutsche es la historia de la codicia: de un banco comercial que quiso hacerse rico de la noche a la mañana.
  • Es decir, que cambió la banca doméstica por la banca de inversión… y la fastidió.
  • El Deutsche demuestra que hay europeos de primera y de segunda. No es lo mismo ser maltés que ser alemán… naturalmente.
  • Y demuestra que la política financiera del NOM empobrece al mundo.  
El Deutsche Bank, el gran grupo bancario alemán, está en crisis y lleva en crisis unos 20 años. Todo empezó cuando un banco comercial, universal, banca al por menor, para entendernos, se empeñó en comprar todos los bancos de inversión norteamericanos. Vamos, que los germanos, siempre codiciosos, aunque no se le reconozca por ese defecto, querían enriquecerse de la noche a la mañana además de ser muy modernos. Lo que han conseguido es justamente lo contrario: de crisis en crisis, con constantes ampliaciones de capitales que han devaluado la rentabilidad de la firma y con ayudas más o menos directas del Gobierno o con el propio pedigrí que otorga pertenecer al buque insignia germano. Porque, claro, en Europa no es lo mismo ser alemán que ser maltés, por ejemplo. Y lo curioso es que el mercado bursátil -siempre sabio, naturalmente- baila al son que marca el desastroso grupo teutón. Por ejemplo, en la sesión del lunes y del martes, el mercado subía al ritmo del Deutsche y de las declaraciones del Gobierno alemán y del tribunal norteamericano. El uno por si ayudaba o no, el otro por si reducía la multa o no. En cualquier caso, el caos del Deutsche demuestra el desastre de la política financiera del Nuevo Orden Mundial (NOM), que pretende bancos grandes (los peores y los más ladrones) y banca al por mayor, con gran protagonismo de los fondos, la banca en la sombra. En definitiva, que pretenden que el pez grande se coma al chico. Eulogio López eulogio@hispanidad.com