• Y a la Iglesia por el Estado (es decir, por el Gobierno).
  • Así, son los políticos quienes nos dicen lo que está bien y lo que está mal.  
  • ¿Guerra de religión? Por supuesto. De hecho, todas las guerras son de religión.
  • Lo que no significa que la religión sea mala sino que es importante.
  • Los partidos políticos españoles no se han tomado mucho empeño en condenar el nuevo atentado en Francia.
  • A fin de cuentas, era un cura.
  • Lo importante de la vida es que es eso que viene antes de la muerte.
François Hollande se solidariza con los católicos tras el degollamiento de un sacerdote, Jacques Hamel (en la imagen), en Francia, cuando oficiaba misa. Si hubiera ocurrido en España -y tengo por cierto que sucederá- la reacción de nuestros políticos probablemente hubiera consistido en una llamada a la laicidad democrática, incluido el PP, naturalmente. De hecho, nuestros políticos se han mostrado tímidos a la hora de condenar la salvajada. A fin de cuentas, la víctima era un cura: que se fastidie. Un sacerdote es degollado por islámicos mientras oficia la eucaristía. Me pregunto si ya habría consagrado y, en cualquier caso, que consecuencia tuvo sobre la reserva eucarística del Sagrario. ¿Lo profanaron? ¿O, en este sentido, estos miserables asesinos serían 'mejores' que la profanadora condenada Rita Maestre, concejal de Podemos en el Ayuntamiento de Madrid? Pero centrémonos ahora, digamos, en lo humano. Por decir algo. Lo que significa lo ocurrido cerca de Rouen es, sencillamente, que estamos ante una guerra de religión. "Todas las guerras son de religión", clama la progresía. Y tiene razón, en toda guerra hay un trasfondo religioso porque el hombre es un animal religioso y porque lo importante de la vida es que es eso que viene antes de la muerte. Ahora bien, eso no significa que la religión sea perversa -aunque otra gran mentira es igualar las distintas religiones- sino que el hombre es un ser religioso por naturaleza como es social… también por naturaleza. Otro sí: la solución a esta violencia religiosa no puede ser el laicismo. O la laicidad, distingo que siempre me ha recordado lo de erotismo y pornografía: no es lo mismo pero tienden a confundirse en mentes obtusas, como la mía. Laicismo es confundir a Dios con la democracia y a la religión con la ideología y a la Iglesia con el Estado (mejor, con el Gobierno). A partir de ahí le otorgamos al Estado, o sea, al Gobierno, la potestad para educar, formar y decidir qué está bien y qué esta mal. Es decir, los políticos se convierten en nuestros dioses y nosotros en sus esclavos. Así que me quedo con la religión y no la cambio por la política. Eulogio López eulogio@hispanidad.com