• El Evangelio es muy pedestre. Solicita cosas tan simples como el pan nuestro de cada día.
  • Pero los clérigos progresistas se elevan hasta la Primavera de la Iglesia y el invierno de Occidente.
  • Y eso lleva su tiempo, claro está.
  • Dos notas clave de la clerecía progre: confesionarios vacíos y reclinatorios al trastero.
Los curas progresistas son aún más tontos que los varones feministas. Acudo más o menos habitualmente, a una iglesia de barrio. Uno de estos domingos, el mosén habitual -un lamentable conservador- había sido sustituido. Al parecer, el nuevo sólo estará de forma provisional, pero no por ello renunció a una exhibición de sí mismo: figura dramática conocida como modernidad. Y así, tras contarnos las luchas sindicales del tardofranquismo -la forja en la que se formó el reverendo padre Pablo Iglesias, seguro- nuestro buen mosén se extendió sobre los orígenes de la barriada, donde colaboraron grandemente la HOAC, la JAC la JEC, la JOC y algunas más que en este momento no me acuerdo pero que, como todas las instituciones católicas progres, marcaron la misma historia: inicios bienintencionados, finales fracasados. Y cuando pensamos que el sermón había terminado me encentro que no: se trataba de la introducción. La homilía, propiamente dicha, versaba sobre las tres lecturas del día, con ese lenguaje frondoso de la clerecía moderna, plagado de signos, símbolos y oraciones subordinadas tan sublimes que te hacen olvidar al Evangelio que están glosando. Al fin de cuentas, el Evangelio es muy pedestre. Solicita cosas tan simples como el pan nuestro de cada día. Sermón amplio, preciosistas, aliñado con comentarios durante el introito, gloria, prefacio, anamnesis, canon y bendición. El mandamiento se cumple siempre: cura progre, misa larga. Al cura progre le ocurre lo mismo que a León Tolstoi, a quien llamaban el hermano pequeño de Dios, pero él nunca renunció a la primogenitura. En la misma línea, el cura progre, jamás se retira del proscenio, convencido de que para un mejor servicio a la comunidad, el protagonista no puede ser el Santísimo, sino él mismo. Hay que sacrificarse mucho por la feligresía, de suyo ingrata. Por cierto, su estancia va a ser provisional (¿O no?, que dijo don Mariano), pero no por ello nuestro clérigo dejó de modificar el mobiliario. Por ejemplo, nuestro cerbatana había retirado los reclinatorios para comulgar, no fuera a ser que alguno cayera en la tentación de adorar al Santísimo, señal inequívoca de que no han sabido asimilar la primavera de la Iglesia ni el invierno de la civilización occidental. Muy lamentable. Otrosí: ¿necesito aclararles que el confesionario criaba telarañas antes, en y después de la celebración? ¿A que no? Eso sí, la Eucaristía sobrepasó la hora de duración. No lo duden: cura progre, misa larga. Eulogio López eulogio@hispanidad.com