Recientemente, un conocido y alabado escritor español, con fama de pensador profundo -callaré su nombre- definió a un personaje como 'puro de corazón', para explicarnos a continuación qué entendía él por eso, por hombre de corazón puro. Ni citó bien la bienaventuranza ni -aún peor- tenia la menor idea de su significado.

La verdad es que aquello de bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios, se refiere, ante todo, a la pureza y a la castidad -que no son lo mismo-. Ya saben: no fornicar, fidelidad a tu pareja, no andar metido en la pornografía, abrirse a la vida, etc, etc, etc.

Y todo esto viene a cuento de que me asombra que aquello que conocían nuestros abuelos semi-analfabetos sea hoy desconocido por nuestros intelectuales, científicos y artistas del siglo XXI.

Necesitamos un poco más de cultura católica, haber leído el catecismo. No para triunfar en la Iglesia sino para no hacer el ridículo en el mundo.