• Liturgia devastada: ahí está el problema.
  • El cardenal Sarah ha dado la voz de alarma
  • Y la única solución es volver a la adoración.
Cuando el cardenal Ratzinger se convirtió en Benedicto XVI me asombró su obsesión por la liturgia. Entendí entonces al filósofo Juan Pablo II y al teólogo Benedicto XVI, justo lo contrario de lo que la gente pensaba, y comprendí algo más importante: que la liturgia no es forma, sino fondo. Quiero decir que el abajo firmante era lo suficientemente cretino como para pensar que la mística más profunda era de naturaleza espiritual y que la oración más profunda del cristiano es aquella que pide pan cotidiano. Ni tan siquiera caviar. El hombre siempre vive arrodillado, ante Dios o ante su propia miseria, su propio pecado. No es mío, es de Bernanos.... Ahora, el cardenal Sarah "pide silencio sagrado y actitud de adoración para renovar la liturgia"… atención, "para renovar la liturgia tras ser 'devastada'". Porque ha sido eso, devastada. El hombre es hombre y Dios es Dios. Y devastar la liturgia significa lo siguiente. 1.- Cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra? No adore a Dios a quien no crea que esté en las especies sacramentales. Y éstos pueden ser multitud. 2.- Dos: que alguien sí cree y está dispuesto a burlarse… es que no estamos ante un ateo sino ante un satánico. En cualquier caso: volvamos a la adoración. No es casualidad que las revelaciones de nuestro tiempo hagan hincapié precisamente en eso: en la adoración al Santísimo. Eulogio López eulogio@hispanidad.com