El cristiano no es el que cree en Dios sino el que ama a Cristo. Satanás también cree en Dios pero no le ama. Bueno, de hecho tampoco cree: sabe que Dios existe, pero creer es saber poner confianza en alguien.

Y todo esto supone que el edificio de la vida interior no empieza por la fe, aunque esta mentira se repita de continuo: empieza por la caridad.

¿El primer paso? Enamorarse de Cristo. Con eso se resuelven todas las dudas.

Esta es la médula de la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús, la que el Papa Pío XI definía como raíz de la Iglesia, porque el amor de Dios disipa todas las dudas de fe.