En momento de crisis cualquier mentira cuela y cualquier tópico es elevado a mandamiento… científico.

Los medios llevan en la mañana del viernes, día Mundial del Medio ambiente, repitiendo que el coronavirus es obra de nuestra actitud tan escasamente ecologista. ¿De verdad?

Y más peligrosa resulta la costumbre de imponer falsedades, o al menos cuestiones indemostrables, asegurando que todo está basado en estudios “científicos o en las “últimas investigaciones”.

La verdad es que la historia de la ciencia es un conjunto interminable de rectificaciones donde cada científico enmienda la plana la anterior y a menudo es rectificado por el siguiente.

Para recalcar esta tontuna, se habla de “evidencias científicas”. Y les volvemos a recordar que eso es una contradicción en origen: si es evidencia, no es científica y si tenemos que demostrarlo es porque no era una evidencia.

En cualquier caso, dejamos el vocablo científico en paz. Es como la máxima evangélica que anima a no jurar: sea vuestro sí, sí; sea vuestro no, no.

Pues bien exprese usted sus opiniones, sus hipótesis y sus temores… sin otorgarles el hablar de ciencia.

Porque la relación directa entre medio ambiente y virus es imposible de demostrar y, por tanto, poco científica.

El concepto ‘Ciencia’ empieza a resultar tan prostituido como el de ‘amor’, ‘libertad’ o ‘derechos’. Habrá que repensarlo.