• Gracias a su loable intento de llevar a la cárcel a un católico  coherente, Carlos Martínez, por homofobia.
  • Mientras la presidenta del PP madrileño amenaza al Juan Pablo II con retirarle el concierto. Quiere dar un escarmiento contra quienes se resistan a su poder. 
  • Como todo buen tirano.
  • Seguimos esperando la solidaridad con el colegio perseguido.
  • De los otros colegios católicos, de órdenes religiosas y, sobre todo, de la jerarquía episcopal.
  • Por ahora, sólo se ha conseguido que el secretario general de la Conferencia Episcopal, Gil Tamayo, critique al director del Juan Pablo II… al que Cifuentes quiere encarcelar. 
Repasemos los hechos. Dos normas de la presidenta de la Comunidad de Madrid sobre identidad de género al imponer el homosexualismo en las escuelas. Para respetar al homosexual es imprescindible que les eduquen en la libre opción sexual como haría, por ejemplo, el lobby gay. Normas lanzadas por la insigne pepera Cristina Cifuentes (en la imagen). Entonces va el colegio Juan Pablo II, de la localidad madrileña  de Alcorcón y dice que no. Carlos Martínez, su director, sigue el ideario católico que les han prometido a los padres de sus alumnos y asegura que no hay que cumplir la ley inicua. Sobre todo, cuando dos de los tres obispos de Madrid firman una carta de gran altura intelectual donde dejan claro que las leyes de la obispa Cifuentes atentan contra la libertad religiosa, contra la libertad de enseñanza y contra la libertad de cátedra. Y las leyes inicuas no deben ser obedecidas. ¿Podía permitirse? Cristina Cifuentes, sin que el Gobierno Rajoy mueva un dedo, sin que el PP le llame a capítulo ni Rajoy la detenga, hace dos cosas: abrir un expediente al colegio para quitarle el concierto y hundirlo económicamente (como si el dinero fuera suyo) y, no contenta con ello, traslada al fiscal la carta de Carlos Martínez, un valiente, por si fuera objeto de delito de homofobia. Le pueden caer (artículo 510 del Código Penal) entre tres y cuatro años de cárcel simplemente por comportarse como un cristiano. Pero lo más triste de todo es cuando el secretario general de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo, sacerdote del Opus Dei,  recomendó a Carlos Martínez que tuviera cuidado con las expresiones. Vamos, que fuera más políticamente correcto. Y este es el final, por ahora, de esta edificante historia: los colegios religiosos no se han solidarizado con el Juan Pablo II, nadie ha hecho frente a Cifuentes, las órdenes religiosas tampoco pero, lo más triste es que la jerarquía, con la excepción de dos obispos, no haya hecho frente a la presidenta de la Comunidad de Madrid, mientras Carlos puede acabar en prisión. Así que no es de extrañar que Izquierda Unida y los comunistas se hayan entusiasmado con la pepera Cristinita. Y que Soraya Sáenz de Santamaría asegure que no quiere juzgar las normas inicuas de su compañera de partido porque no tiene competencia sobre Madrid. Un gran partido el PP. Eulogio López eulogio@hispanidad.com