El obispo de Kansas, como informábamos ayer, es quien ha puesto el dedo en la llaga sobre el duro asunto de la incoherencia.

El prelado le soltó a Joe Biden que no puede acercarse a la comunión, porque no se puede ser católico y abortero. Y es que para acercarse a comulgar se precisan tres condiciones: estar en gracia de Dios, no haber comido una hora antes de comulgar y saber a quién se recibe (catecismo dixit).

Lo que el obispo ha venido a decir es que el señor Biden, cuya conciencia es sagrada pero sus actos públicos no, no puede ser católico y abortista. Y si, además, es presidente de los Estados Unidos, es decir, cada uno de sus actos se convierte en referencia para millones de personas, pues entonces su incoherencia está dando un escándalo mayúsculo.

A lo mejor se hace necesario explicar que escandalizar no consiste en hacer mohines, sino más bien en confundir y dar mal ejemplo. Si la Iglesia no advierte que Biden vive en permanente incongruencia, en permanente incoherencia, muchos podrían pensar que las normas sobre la Eucaristía han cambiado que simplemente más que normas eran meras sugerencias.

Joe Biden constituye un escándalo con patas.