• El IOR empieza a ser la entidad de los nombramientos y ceses continuos.
  • Y todo muy divertido: nunca nos enteramos de por qué son cesados.
  • Y no basta con cerrar el IOR. El Vaticano debe tener un banco o, al menos, una estructura económica.
  • El patrimonio es la forma más cara y menos rentable de liquidez.
  • Entre otras cosas porque el dinero es lo menos importante en la Iglesia.
  • No por bondad, sino porque hay defectos mucho más graves que la codicia. Por ejemplo, el orgullo.
  • La solución es nombrar a Giménez Barriocanal presidente del IOR.
El diario ABC ha elaborado un elenco interesante de cesados en el banco vaticano. Y como todos los ceses en las finanzas vaticanas, la verdad es que nos hemos enterado tarde y mal de lo ocurrido. De hecho, yo todavía no me he enterado. Está claro, ser banquero en el Vaticano es una profesión de alto riesgo. En especial, el IOR empieza a ser la entidad de los nombramientos y ceses continuos. Y todo muy divertido: nunca nos enteramos de por qué son cesados. Bueno, tampoco de por qué fueron nombrados. Y no basta con cerrar el IOR. El Vaticano debe tener un banco o, al menos, una estructura económica. Entre otras cosas porque la Iglesia es rica en patrimonio y pobre en liquidez. Y claro, el patrimonio es la forma más cara y menos rentable de liquidez. Sostener catedrales sólo sirve, desde un punto de vista financiero, para que los turistas paguen su entrada, pero mantener una catedral es una ruina. Lo que no puede tener la sede de la Iglesia es una estructura de escándalos con apellido económico. Porque al Papa puede, y debe, importarle un pimiento el IOR pero a los enemigos de la Iglesia les interesa muchísimo. Además, el dinero es lo menos importante en la Iglesia. No por bondad, sino porque hay defectos mucho más graves que la codicia. Por ejemplo, el orgullo. Ya lo tengo: que la Iglesia española ofrezca a Fernando Giménez Barriocanal como mandamás del banco vaticano. A lo mejor no le echaban a los seis meses pero seguro que al año había conseguido quebrarlo. Y quebrado el IOR se acabaron los escándalos. Muerto el perro se acabó la rabia. ¡Ánimo, Fernando! Eulogio López eulogio@hispanidad.com