• ¿Para qué sirve un banco malo? Para forjar banqueros irresponsables.
  • Sanear bancos no consiste en separar las manzanas sanas de las podridas. Eso lo hace cualquiera.
Llamo política de los conjuros a ese tipo de ideas que se le ocurre a no se sabe quién y que proliferan por no se sabe dónde hasta convertirse en sublimes barbaridades que nadie se atreve a enfrentar por no se sabe cuánto tiempo. Es decir, hablo de necedades virales. Verbigracia: a alguien, por ejemplo al BCE (en la imagen), se le ocurrió un día que, para sanear bancos, lo mejor era separar los créditos malos de su balance, las manzanas podridas y trasladarlas a un banco malo. Así nació, por ejemplo, la SAREB española, sólo que ahora se quiere hacer lo mismo a nivel paneuropeo. Con lo cual el oficio de banquero se vuelve muy sencillo. Presta bien y triunfas, prestas mal y en lugar de despedirte trasladan tus vergüenzas a otro balance. Conjuro al canto y desaparecen los problemas. Mejor: emigran. Por cierto, trasladar lo tóxico a un banco malo significa que se pierde el pulso para recuperar esos malos activos y que se incurre en la pereza lógica de quien presta con incuria, sabedor de quien siempre habrá un banco malo detrás responsable de subsanar mis meteduras de pata. Buen banquero es aquel que presta dinero y se lo devuelven y aquel que si no se lo devuelven sabe luchar por recuperar lo recuperable. Es decir, no el que entierra sus fallos en un banco malo. Banco malo paneuropeo. Con la política de los conjuros la necedad crece. Eulogio López eulogio@hispanidad.com