Ha muerto Charles Aznavour, y entonces resulta que los canales de televisión, el medio más políticamente correcto de todos, nos cuentan, relatan y trasmiten el gran funeral civil, con la presencia del ‘Lolito’ Macron, rey de la Galia. Escasísimas referencias, por supuesto, a funeral religiosoen la llamada catedral armenia de París, dedicada a San Juan Bautista.

Y es que Aznavour era de origen armenio y los armenios, tras el genocidio turco (que se cita poco en Europa y en Turquía para no encabronar al repulsivo Recep T. Erdogan), solo tienen dos capitales: Jerusalén (los armenios poseen la cuarta parte del centro histórico) y París, las dos capitales donde se instalaron los escasos supervivientes de aquel horrible genocidio. Por cierto los culpables fueron dos: los turcos islámicos, que los ejecutaron, y el masón padre de la Turquía moderna, Mustafá Kemal Atatürk, un miserable de mucho cuidado al que presentamos en algunos manuales de historia como el gran libertador.

Sobre Charles Aznavour se ha ocultado su cristianismo armenio, que marcó la existencia personal y familiar

Aznavour no era el más pío de los cristianos, pero formaba parte de esa generación –que afortunadamente ha vivido muchos años– para quienes la fe era como el respirar: parte inseparable de su cosmovisión, que no de su carácter. Por eso había que esconder este apartado de subida, sin el cual su vida no se puede contar, sino con la horterísima derivada del Venecia sin ti -buena música y mala letra-, como si en un intérprete sus papeles dieran razón de él mismo.

De Montserrat Caballé se ignoró su fe cristiana, su compromiso por la vida

Y también ha muerto Montserrat Caballé, católica y provida. Ambas cosas se ocultaron en los homenajes, algunos pesadísimos, rendidos a una persona de quien han suprimido lo que ella misma decía que constituía la impronta de su existencia: su fe en Cristo. Como encima repudiaba el aborto y estaba contra la vida, y como encima no era rica por su casa, sino más bien pobre de solemnidad, los medios que ahora alaban su técnica la fusilaron, repitiendo hasta la saciedad, juzgando sus intenciones y exagerando, con sus líos con la Hacienda pública: era una defraudadora lamentable, entre otras cosas porque era de derechas, provida y no ocultaba su fe cristiana.

Hablamos de la doble persecución contra los cristianos. La oriental y la occidental. En Oriente se les persigue y en Occidente se les margina. Especialmente en España.