Decíamos ayer… que, de los cuatro principios no negociables para un católico en política, los cuatro valores concretados por Benedicto XVI -vida, familia, libertad de enseñanza y bien común-, el cuarto es el más desconocido, que no equívoco. Por ejemplo, el bien común, principio al que ningún católico puede renunciar ni como elector ni como elegido, es perfectamente concretable en cuestiones como la objeción de conciencia: si no se respeta ese derecho, no se respeta el bien común.

La ley inmoral no obliga, por ejemplo, una ley abortista

La fuente de todas las afirmaciones no es el abajo firmante sino el propio Catecismo de la Iglesia Católica, el actualmente en vigor, publicado en 1992. Precisamente, sus conclusiones al respecto (número 1918 y siguientes) ofrecen las siguientes perlas: 

1919 Toda comunidad humana necesita una autoridad para mantenerse y desarrollarse.

Hasta aquí sencillito: el anarquista no puede ser cristiano. A lo mejor ningún anarquista ha querido ser católico, pero conviene advertirlo.

Y ahora viene la segunda parte que es la más interesante:

1920 “Es notorio que [...] la comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana y por ello pertenecen al orden querido por Dios” (GS 74, 3).

1921 La autoridad se ejerce de manera legítima, si se aplica a la prosecución del bien común de la sociedad. Para alcanzarlo debe emplear medios moralmente aceptables.

Porque me sé yo de alguno que confunde laicidad con despelote y democracia con “es la mayoría la que decide los mandamientos en las urnas”. Pues no. Si la autoridad, por muy legítima que sea, por muy democrática y vencedora de las elecciones por mayoría absoluta, promulga leyes inmorales, esa ley no obliga. Ejemplo: el aborto legal.

Más:

1922 La diversidad de regímenes políticos es legítima, con tal que promuevan el bien de la comunidad.

¡Cosa más fascista, el ‘cate’!: ¿está insinuando que aquello que no sea democracia parlamentaria pude ser legítimo y moral? Pues sí, está diciendo justamente eso.

A lo mejor escandaliza menos visto de esta otra forma: si el 99% de la sociedad, en elección democrática y libérrima decide que yo debo morir tengo el derecho moral a intentar huir y hacer todo lo posible para que no me liquiden. Tengo derecho a ser ilegal, a comportarme de forma antidemocrática.

Y es que la mitificación de la democracia parlamentaria, que curiosamente practican los neocomunistas (en España, por ejemplo, es la doctrina favorita de Podemos) nos ha llevado a olvidar la siguiente frase atribuida a Churchill, no sé si acertadamente: “la democracia es el peor de todos los sistemas políticos posible… una vez excluidos todos los demás”.

Y por si no había quedado claro, la perfidia clerical insiste en la siguiente conclusión catequética:

1923 La autoridad política debe actuar dentro de los límites del orden moral y debe garantizar las condiciones del ejercicio de la libertad.

Por lo demás, recuerden los ingredientes imprescindibles para el bien común, uno de los principios no negociables para un católico en política… como creo haber dicho antes:

1925 El bien común comporta tres elementos esenciales: el respeto y la promoción de los derechos fundamentales de la persona; la prosperidad o el desarrollo de los bienes espirituales y temporales de la sociedad; la paz y la seguridad del grupo y de sus miembros.

Do you understand?