Comienza 2019el tiempo se acaba. Me da la impresión de que será el año en que cada cual deberá elegir. No entre la luz y la oscuridad, que resulta un poco cursi, sino entre la vida y la muerte.

Ya no hay excusas y la cosa no da más de sí. La modernidad ha sido como un narcótico para la humanidad, empeñados todos en un debate sin conclusión, entre el bien y el mal, sino entre sí existe el bien o no existe, en si la verdad es alcanzable o no.

Lo cierto es que, como decía Chesterton, las cosas ya están muy claras entre la luz y la oscuridad y cada cual debe elegir. Insisto, no hablamos de fenómenos foto-eléctricos, sino que hablamos de elegir entre la verdad y la mentira, el bien y el mal y la belleza frente a lo feo.

Porque la justicia de Dios es infinita pero su paciencia está coartada por el corsé temporal del hombre. Lo que quiere decir que su misericordia y su justicia son infinitas pero su paciencia con el hombre no pude serlo porque el hombre –varón– y la mujer no son infinitos.

El nuevo año 2019 es el momento lógico para recordar que ha llegado el momento de elegir entre la vida y la muerte, entre Cristo o la nada. Y está prohibido escaquearse.