Decíamos ayer que la neurociencia -poca ciencia y mucha neurosis- se ha convertido en una de las principales chifladuras contemporáneas. La filosofía de la neurociencia se resume en dos sinsentidos: la materia inteligente y el cerebro que piensa.

Por tanto, cuando una universidad católica, como el CEU organiza un Congreso sobre antropología cristiana, donde una profe británica, Sarah Lane Richie, nos explica que tenemos que convertirnos al naturalismo teísta, que no necesitamos del espíritu pues todo podemos explicarlo con la materia y que no necesitamos el alma… pues hombre uno empieza a pensar que el rector del CEU y el director de Alfa y Omega (semanario católico) se emborrachan con vino o con licor. 

La materia, ni piensa ni tiene identidad, porque está en cambio permanente

Y cuando Alfa y Omega cede sus páginas a la susodicha Sarah y le presenta como un referente en las relaciones entre ciencia y religión… es que algo huele a podrido… en el CEU y en Alfa y Omega.

Negar la existencia del espíritu no supone un ataque al pensamiento cristiano (que también) es un ataque al pensamiento.

A ver: alma es lo que te distingue de tu cadáver. Espíritu es lo que conoce y ama. La materia, por el contrario, no tiene identidad, está en perpetuo cambio. Por eso, cuando te comes un filete de vaca no te conviertes en vaca. Por eso, también, ni una sola de las células (o sea, materia) de los naturalistas teístas, ni una sola de las células de los profesores y alumnos del CEU, ni tan siquiera una sola de las células de los redactores de Alfa y Omega, figuran en sus actuales cuerpos. Sus sagradas células, (o la composición química de las mismas), su sagrada materia, sin duda inteligentísima, por supuesto, no ha durado sino años (en los bebés, semanas). Y, miren por donde, sin embargo, siguen siendo los mismos que cuando eran niños, con sus mismos nombres, identidades, afectos y locuras, tanto doña Sarah como los del CEU o los de Alfa y Omega.

Nuerociencia: poca ciencia y mucha neurosis. No hay nada más evidente que lo que no se ve

¿Por qué? Porque existe una cosa, no material, a quien los cristianos llamamos el alma, los filósofos espíritu, los psicólogos mente, los poetas sensibilidad… Es un algo inmaterial, que no se puede medir ni contar, ni pasar… y cuya función consiste en conocer y amar.

El cristiano no necesita ninguna materia inteligencia, ningún naturalismo teísta, como si la referencia a un dios-material llamado materia, el viejo invento del más tontorrón de los panteísmos, nos hiciera un favor a los creyentes.

Al cristiano le basta con lo más sensato, lo que han defendido la inmensa mayoría de los hombres que son y han sido, de cualquier era y cualquier civilización, aquello que, considerando que no hay nada más evidente que aquello que no se ve: que el ser humano es un anfibio de materia y espíritu y que, encima, su espíritu es libre. 

Por eso, la muerte no es más que la separación del alma y le cuerpo.

Esto es lo único sensato (como diría Pablo Iglesias) desde un punto de vista filosófico y lo que siempre ha defendido la Iglesia. Bueno hasta ese Congreso del CEU y el aporte mediático del Alfa y Omega.

Cosas veredes, amigo Sancho.