Han sido 11 los asesinados por Tobías Rathjen. El alemán era un racista, ultraderechista, conspiranoide, etc. Seguro que sí. Y merece no sólo todas las condenas, que de poco sirven, sino todas las advertencias y más en una sociedad como la alemana, marca por el nazismo. 

Ahora bien, en su primera intervención sobre el homicidio múltiple, sin  tiempo para calentar, de inmediato, la canciller Angela Merkel, ha introducido la religión como otra causa del asesino. Curioso.

Porque Merkel, que desde que inició su retirada -sólo hace dos años- sufre una cierta senilidad ideológica, caracterizada por una peligrosa tendencia al lugar común, ha introducido la religión en el guiso.

Es un lugar común de la progresía identificar racismo y religión, precisamente en Alemania. Curioso, porque el nazismo de Adolf Hitler era visceralmente ateo y porque fue la iglesia católica la primera en condenar el nazismo, antes aún que los propios judíos.

Y no: si el señor Rathjen asesinó a quienes fumaban apuesto doble contra sencillo a que no lo hizo por ser un fervoroso cristiano en guerra con los mahometanos, sino porque no le gustaba, no Alá, sino las costumbres del pueblo que históricamente ha seguido el Corán.   

Cuando Merkel habla del veneno de “racistas de extrema derecha” que actúan contra una “religión diferente o apariencia diferente”, está creando el tiro, el significado, la causa y la consecuencia del asesinato múltiple del amigo Tobías.

Y no, la canciller Merkel no debería alimentar la mentira. Ni por senilidad ideológica.