"Jamás escapa Adán a las manos de Dios", aseguraba San Irineo, uno de los padres de la Iglesia menos conocidos. Quería decir que Dios jamás abandona al hombre aun cuando el hombre abandona a Dios. 

Ahora bien, Dios es exigente con el hombre: no se conforma con un ir tirando, le exige que responda a su condición racional, libre y, ojo, redimida, al precio de la sangre de Cristo. Le exige, en resumen, que viva conforme a lo que es: Hijo del Rey... que no es cualquier cosa.

El mayor pecado de orgullo que puede cometer el hombre hacia su Creador es el de la indiferencia

En el siglo XXI, algún tiempo después de Adán y Eva, abundan más los amorales que los inmorales, los que siempre se conocieron como tibios. 

Pues mucho ojo, porque Dios prefiere a los que son capaces de grandes pecados y, por eso mismo, de grandes arrepentimientos. A fin de cuentas, el mayor pecado de orgullo que puede cometer el hombre hacia su Creador es el de la indiferencia. Para mí, que ese ya está condenado. 

El Infierno no es otra cosa que la tragedia del hombre sin Dios

Pues quien vive como si Dios no existiera morirá como si Dios, en verdad, no existiera y sólo le quedará su temible ausencia.

El Infierno no es otra cosa que la tragedia del hombre sin Dios, la vida sin esperanza, un horror.