Ya tenía yo ganas de decir algo bueno del presidente pepero de Castilla-León, Fernández-Mañueco, que me cae un poco gordo. Es el clásico pepero centro-reformista, ubicado en el centro de la nada, para el que cualquier principio es un rémora para el progreso.

Pero a la postre, ha imitado a Esperanza Aguirre y ha reducido el impuesto de sucesiones y donaciones, una modalidad, digámoslo así, del impuesto sobre el patrimonio, que no sobre la renta.

Se trata de un impuesto sobre el patrimonio, el más injusto de todos, porque grava lo que ya ha sido gravado en el pasado y encima atenta contra la propiedad privada de forma directa: en la donación y en la herencia, en lo que les dejas a tus hijos. Por eso, se trata de un impuesto también contra la familia.

Pero no olvidemos que la potestad sobre este impuesto corresponde al Gobierno Central, y Sánchez está empeñado en la extorsión al ciudadano con un gravamen que ni tan siquiera existe en Europa. Simplemente, se trata de mantener la Batalla de Madrid, la del 4-M, región pionera en una exención que anuló las ansias confiscatorias del socialismo.

Bien por Mañueco… por una sola vez y sin que sirva de precedente.