Aquel que exige ver para creer acaba por no creer y encima no ve nada claro. Y si no confía en nadie dudará hasta de su vista. 

Empezamos a conocer cuando vemos, pero sólo conseguimos la certeza -nuestra verdadera ambición- cuando confiamos. 
Nuestro problema no es de fe, sino de confianza. No confiamos en nadie, tampoco en nosotros mismos. Claro que, bien pensado, creer y confiar es lo mismo. Denlo por no dicho.

No se trata de ver ni de creer, se trata de confiar

En cualquier caso, el mejor diagnóstico del hombre actual es que anda aquejado de vértigo. El hombre actual tiene vértigo porque carece de certezas. El asunto es que no se trata de ver, ni de creer: se trata de confiar.

Sólo la confianza en Cristo nos permite estar seguros de algo, también de nosotros mismos.

Sólo la confianza en Cristo nos permite estar seguros de algo, también de nosotros mismos

El único secreto de la mística es el abandono en las manos de Dios con la misma confianza con la que un niño se abandona en manos de su padre. Todo lo demás, puro chalaneo.