De la tabarra feminista del 8-M, que ha inundado nuestra redacción de comunicados del más diverso pelaje, me quedo con este: las mujeres sordas se sienten marginadas (Ver documento adjunto). Le he prestado atención porque el abajo firmante, yo mismo, es varón y sordo, lo cual me fastidia bastante pero lo llevo medianamente bien. Hasta hoy, no me había sentido marginado pero comer, rascar y protestar... todo es empezar.

No me queda claro si las mujeres sordas se sienten marginadas por mujeres o por sordas. Porque la sordera es minusvalía natural o sobrevenida mientras lo de mujer no es minusvalía en ningún caso. 

En cualquier caso, ¿qué pasa con nosotros, los varones sordos? ¿Somos menos parias que las mujeres sordas? ¿Por qué? Y ante todo, ¿de qué sexo -o sexa- y género -o génera- es el sonotone? A lo mejor es trans.

Una cosa es cierta: las feministas han perdido el sentido del ridículo. Y como ocurre con el pudor, es un sentido con el que se nace pero que, cuando se pierde, resulta difícil de recuperar.