En el matrimonio católico, aunque debería ser en cualquier pareja, si se quiere que funcione, la mujer sí que debe estar sometida al varón y el varón sí que debe estar sometido a la mujer. Se trata de una “sumisión recíproca”, libremente aceptada por las partes, porque se trata de una donación del uno a la otra y de la otra al uno. Entrega mutua y total, hasta formar "una sola carne".

​Si no hay entrega mutua, y total, se banaliza la pareja. Y la banalidad resulta muy aburrida

Quien no practique esto está condenado a la amargura: trivializará su vida de pareja y, con ello, frivolizará su existencia. Y la banalidad, no lo olviden, es muy aburrida.

El término sumisión recíproca no me lo he inventado yo: así lo explicaba San Juan Pablo II, Karol Wojtyła. Dos palabras bastan para definir el matrimonio. Y la explicación es sencilla, cuando hay entrega, entrega libremente asumida, no puede haber independencia. Por más que lo griten las feministas.