Estamos ante un Primero de Mayo pasado por coronavirus. Como celebrar la Fiesta de San José Obrero ya no es políticamente correcto conmemoramos el día internacional del trabajo.

Y esto es lo malo porque en Occidente cada día quedan menos proletarios. Lo cual no debería ser malo. La Rerum Novarum de León XIII ya prefería a los propietarios -los pequeños propietarios- frente a los proletarios.

Y en 100 años ha emergido un tercer elemento, que es propietario y que, en tanto que autoempleador, se encuentra a medio camino entre el emprendedor y el trabajador, pero más cerca de aquél que de este: el autónomo. Se ha convertido en el elemento más productivo y mal visto tanto por los políticos, el sector público, como por los empresarios, sector privado.

La figura del autónomo emerge, a pesar del coronavirus y la persecución del Gobierno Sánchez: es el más productivo y no se le puede subir las cuotas

Los sindicatos, y tanto la izquierda como la derecha, han olvidado que el dilema no esta entre lo público y lo privado sino entre lo grande y lo pequeño. Contra la propiedad privada atenta tanto el Estado como la multinacional. Es más, el Estado no es malo que porque sea público, sino porque es grande.

¿Y todo esto por qué? Pues porque el propietario, sobre todo el pequeño propietario, es el hombre libre que no vulnera la libertad de los demás. Porque, para entendernos, propiedad y libertad son una misma cosa. Al menos, en la cuestión social.