Los desvaríos son para el verano. Me permito parafrasear el título de la obra del gran Fernando Fernán Gómez, "Las bicicletas son para el verano", por dos razones, que vienen al caso de la reflexión que hoy quiero compartir con ustedes. La primera de ellas, por la referencia a la estación del año en la que nos encontramos, que en la obra citada pretendía se disfrutara de cierta relajación estival por parte de sus protagonistas. La segunda, por el contexto en el que la historia tiene lugar: la Guerra Civil española. Salvando todas las distancias, pero entretenido en hacer una síntesis de todo lo que he podido leer en los medios de comunicación durante este verano, he llegado a la conclusión que en estas semanas se ha hablado y escrito más de Franco y de la Guerra Civil española que durante las últimas cuatro décadas de democracia, crecimiento y progreso en España.

Podría, o debería, parecernos inverosímil que ello pudiera suceder en pleno siglo XXI, pero ha sido así, por obra y gracia del "presidente de conveniencia", Pedro Sánchez. Este verano se han publicado toda una suerte de artículos firmados por muy notables plumas, nunca dudosas de sesgo ideológico alguno. Simplemente posicionándose en la crítica a la sinrazón de expandir el humo de la exhumación de los restos de un personaje de la historia de nuestro país, con el que más de la mitad de los ciudadanos jamás convivió, y el ínclito presidente de los 84 escaños, poco más de sus tres primeros años de existencia, para evitar que se hable de los verdaderos problemas que sí preocupan, y mucho, a la gran mayoría de los españoles. Me refiero a Cataluña, la migración, el paro, la Seguridad Social de los autónomos, la división de poderes, una TV y radio libre e independiente, la financiación autonómica, el techo de gasto, los Presupuestos Generales, los impuestos confiscatorios sobre la clase media etc.

De repente, y después de más de cuarenta años, la culpa de todos nuestros males la tiene Franco y nos quieren convencer de que, sacándolo como sea del Valle de los Caídos, las cosas cambiaran para España y los españoles.  El desvarío continúa sin pudor alguno. El gobierno quiere que se hable de todo menos de los problemas que es incapaz de resolver y se ve obligado a rectificar, una y otra vez, su propia y precipitada estrategia. Los problemas de los españoles, no nos engañemos, o mejor dicho, que no nos engañen, no van a ser resueltos exhumando los restos del dictador.

​Bélgica se está cachondeando de España, ahora tratan de intimidar al juez Llarena

Si mantuviera lo contrario, lo que nos quieren hacer creer, más de uno de ustedes pensará que he perdido el norte y estoy desbarrando sobre el folio. Discúlpenme por este lapsus linguae. La única realidad será que los problemas que verdaderamente preocupan a los españoles no se resolverán y provocarán inquietud, incertidumbre e inseguridad, y todo ello, ansiedad en el ciudadano y miedo. Y el ‘miedo’ suele tener consecuencias electorales.

Nos quieren llevar a la estrategia de siempre. Distraer al ciudadano para que no profundice en su propia realidad y que ésta se la fabriquen artificialmente sus mediocres políticos.  

Todos sabemos lo que es un ‘advenedizo’. Son aquellos personajes cuya característica más importante es que se encuentran en un sitio sin méritos para ello, y que, sin embargo, pretenden tener soluciones para todo o, como la misma Real Academia de la Lengua define, el "que llega a una posición o actividad con pretensiones desmedidas". El ‘advenedizo’ más común, en el sentido de que todos tenemos posibilidades de conocer a alguno, es aquel que se pone a hablar echando por los suelos todo lo que hay y todo lo que se ha hecho hasta el momento y, por supuesto, se ofrece para cambiarlo todo rápidamente. Pero nos lleva a la estrategia de siempre. Distraer al ciudadano para que no profundice en su propia realidad y que ésta se la fabriquen artificialmente sus mediocres políticos. 

Hay ‘advenedizos’ muy populares. La vida política y social nos ofrece múltiples ejemplos de ‘advenedizo’, de gente fuera de lugar, que no nos merecemos, aunque tengamos que sufrirlos. A los españoles nos ha tocado en suerte uno muy especial. Me refiero a don Pedro Sánchez, presidente del gobierno por la obra y gracia de la atrabiliaria clase política española, particularmente de la izquierda revanchista, de los nacionalismos insaciables y de los separatismos golpistas.

Los españoles no podrán soportar mucho tiempo la hipoteca de Sánchez. Hay que convocar elecciones

Como escribiera Séneca, en sus cartas a Lucilio, "Cuando un hombre no sabe a dónde navega, ningún viento le es favorable". Podría parecer que el admirado filósofo estuviera pensando en el líder del actual PSOE. Y mientras tanto, y esto es lo grave, los enemigos de España campan por donde quieren y como quieren.

Desde que llegara al poder, difícilmente nadie ha podido desdecirse y rectificar tanto como él. No quiero traer, ahora y aquí, la innumerable lista de rectificaciones. No, en absoluto, se ha corregido así mismo en cuestiones de indudable relevancia política, tanto en clave nacional como internacional. La última, la del amparo al juez Llarena que, con su inicial negativa, y desconocimiento de los convenios firmados por gobiernos anteriores con el CGPJ, ha conseguido sensibilizar y movilizar a la sociedad española en apoyo del instructor de la causa independentista. Todo un genio de la estrategia. Cuando lo que tenía que haber hecho es pedir a la Fiscalía General del Estado se querellara contra el juez belga en defensa de la legalidad y, en particular del Estado de Derecho. Porque como dicen los profesores Enrique Linde y Felipe Guardiola “la citación de un magistrado español ante un juzgado belga tiene una gravedad considerable; es un ataque al sistema de justicia español y europeo que no debe quedar sin respuesta. Pues lejos de toda ingenuidad la Fiscalía General del Estado y el Gobierno español deberían advertir que el juez belga no solo pretende sentar en el banquillo al magistrado Llanera con la finalidad de intimidarlo, lo que constituye un delito de acuerdo con el Código Penal y la Ley Orgánica del Poder Judicial, sino que persigue sentar en el banquillo a la democracia española, desacreditándola gravemente de acuerdo con la estrategia de los independentistas”. Basta ya de someterse a los compromisos parlamentarios que tenga el Gobierno y queréllense contra el juez belga de inmediato.

Cada vez son más numerosas las voces que claman exigiéndole cumplir su primera promesa al postularse como presidente para tumbar a Rajoy: la convocatoria de elecciones generales. Hay que hacerlo y pronto. Su hipoteca con los partidos que le han aupado al poder no es soportable para los ciudadanos. La sociedad española ha de perder el miedo. Ha de exigir, con rotundidad, la convocatoria de unos comicios que den estabilidad al país y posibiliten desembarazarse de líderes, que por hacer realidad su megalómano sueño personal, entreguen España a quienes no creen en ella y pretenden su desmembración absoluta modelo siglo pasado. España está necesitada de un gobierno fuerte y no cautivo de toda una amalgama de minorías cuyo único objetivo es la división interna. Si es necesario, se ha de volver a la aplicación del artículo 155 pero, en esta ocasión, sin las debilidades, es decir con su aplicación finalista y la recuperación por parte del Estado y sus poderes democráticos, de la Comunidad Autónoma de Cataluña liberando a la mayoría de los catalanes de la mesiánica voluntad de sus políticos separatistas.

Pedro Sánchez ha conseguido, desde su llegada al poder, concienciar cada día a más españoles de todo tipo de la realidad de sus objetivos y de la estrategia de la tinta de calamar, generando problemas que los ciudadanos no creían ser tales y ocultándolos los que realmente quieren que se les resuelvan. Descubrámosle, hagamos sonar nuestras voces reclamando con urgencia la convocatoria de elecciones generales.

Es la hora de la verdad. Nuestra será la última palabra.