Los voceros del Gobierno Sánchez andan diciendo que en el poco tiempo que llevan gobernando se ha actuado con un gran dinamismo y se han aprobado un importante conjunto de medidas. Pero la pura realidad es que se dice que se ha hecho mucho y, lo cierto es que no se ha hecho nada útil para el pueblo español.

Estamos ante el gobierno cangrejo, porque la política que se impone es similar a la característica de los crustáceos: la de caminar hacia atrás, avanzando de lado, y en el caso de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno no votado por los ciudadanos, su lado, por el que avanza, es el de la izquierda acreedora, a la que debe el sillón que sería imposible sostener con sólo sus 84 escaños. En ese contexto, y dentro de su estrategia del nuevo marketing del poder, no escatima titulares y primeros planos de ida y vuelta.

De acogida ante Europa del primer Aquarius al rechazo inmediato posterior del frustrado segundo desembarco en Algeciras, con abucheo de los andaluces en presencia de la mismísima Merkel. Del anuncio 'demonizante' y frívolo de la prohibición del diésel, al "no está la fecha decidida por ahora”. De acometer sin dilación la reforma del sistema financiero de las Comunidades Autónomas, al "no da tiempo en tan corta legislatura". Y la mayor de todas las contradicciones del "presidente por conveniencia": pasar de anunciar que sucedería a Rajoy para convocar prontas elecciones a, muy probablemente, agotar cualquier minuto de poder hasta que se vea obligado a ello, bien por el calendario, bien porque se lo exija ese tótum revolutum que lo sostiene en Moncloa… por el momento.

Siendo esto así, en democracia el juego de las mayorías es regla de oro. Aun cuando sean el fruto de la amalgama de siglas, intereses e ideologías contrapuestas. Todos ellos saben que su objetivo no es apoyar a Sánchez para dar estabilidad a España en un momento crucial para la consolidación del crecimiento de nuestro país. Más bien al contrario, todos, sin excepción, los partidos políticos cuyos grupos parlamentarios hicieron posible tumbar a Rajoy, solo ven en el actual presidente la extraordinaria oportunidad para socavar las estructuras del Estado. Desde el PNV, a los independentistas catalanes, sin olvidarnos de Podemos cuya principal finalidad no es otra que acabar con el régimen surgido de la transición, Monarquía incluida. No es avanzar en pro de una España más democrática, sino más vulnerable y débil, que les permita lograr sus objetivos últimos.

Y para ello, renuncian a recordar las lecciones de la historia, que jamás quisieron aprender y observar. Nos están embarrando en su total incapacidad de abandonar errores, vicios, rencores, recelos y complejos para emprender las reformas más urgentes que hagan posible que alcaldías, autonomías y gobierno central funcionen sin 'robarle' al Estado. No dependamos sólo de improvisadas nodrizas mentales que no siempre saben hacer su trabajo y que medran por los lindes de la impunidad y no del servicio público dirigido a beneficiar a la ciudadanía.

Sánchez alardea en gestos mientras aplaza las reformas más necesarias

Se empeñan los voceros de este nuevo estilo de poder en que hay sintonía entre este Gobierno y el pueblo: nada más alejado de la realidad. Estamos a años-luz. Es como si diéramos dos pasos hacia delante y cinco hacia atrás.

Sólo hace falta repasar los temas más importantes tratados desde que esta el actual gobierno -fruto de una moción de censura que debería haber seguido de unas elecciones generales para devolver el poder al pueblo- para darnos cuenta de la política del cangrejo en la que se ha materializado y no de la cercanía al pueblo soberano. Veámoslo:

La unidad de España. Es cierto que el gobierno, de cara al público, la defiende, pero con una política blanda que hace que los golpistas cada día estén más cerca no sólo de un nuevo Estatuto de Autonomía , ya esgrimido por el gobierno, sino de un eventual referéndum de independencia siempre inconstitucional. Se oye ya que se esté pensando en una retirada de la Guardia Civil de Cataluña y del País Vasco lo que pondría las cosas más fáciles a los golpistas, secesionistas y herederos de ETA, hoy tomando poco a poco cuerpo en los Comités de Defensa de la República, o las juventudes de Arrán.

La memoria histórica. Se pretende crear una Dirección General de la Memoria Histórica -instrumento típico de los soviéticos de entonces- pero que se ocupe sólo de una parte de los españoles que sufrieron la pérdida de familiares y amigos en la Guerra Civil. Por ello, se cambian los nombres de las calles, o a veces con algún sentido y, en una gran mayoría de las ocasiones, con una falta absoluta de conocimiento de la historia. Atendiendo a un revanchismo que pretende cambiar el curso de la misma, aun cuando a todos nos pareciera aberrante aquella etapa de la historia de España. Nadie puede cuestionar la legitimidad de los familiares de las víctimas por tratar de localizar y desenterrar a sus seres queridos dándoles sepultura en sus lugares de origen. Me parece muy bien que se aborde la cuestión de las fosas comunes, pero todavía no he oído a nadie que hable de las fosas de Paracuellos donde reposan los restos de alrededor de 5.000 españoles asesinados entre los días 7 de noviembre y 3 de diciembre de 1936 en pleno aquelarre de “terror rojo en Madrid”.

Todos los historiadores de la Guerra Civil han narrado, con enorme lujo de detalles, lo que allí sucedió. Y que ahora, la "nueva memoria histórica" se niega a desenterrar. Nadie puede negar la legitimidad de profundizar en la crueldad de ambas partes de la contienda. Y si eso es bueno para España, hágase, pero con equilibrio y sin intencionalidad torticera. Pero eso no interesa. Cuestiona la unicidad de la izquierda de siempre.

La izquierda radical que fue la culpable del colapso de la República, origen de la Guerra Civil (Stanley G. Payne, "El colapso de la República. Los orígenes de la Guerra Civil"). Dejemos a los muertos en paz y volvamos a la paz, a la bonanza económica y la concordia que nos ha dado la Constitución de 1978.

Memoria histórica, pero financiación autonómica, gato púnico o mix energético

El techo de gasto. Tenemos un déficit público que la UE nos obliga a reducir y, sorprendentemente, quienes hace muy pocos meses abanderaban la crítica y la protesta contra el gobierno del PP por su inacción frente a este problema, días después de acceder al poder han suplicado a Bruselas una moratoria para tal cumplimiento. Pero no sólo eso, que siendo grave, además, planifican un futuro, a veinticuatro meses vista, de incremento del techo de gasto posibilitando facilitar mayor autonomía a las arcas locales y regionales ante un año, el próximo, de elecciones en nuestro país. Y para, ello, si no se acepta el mandato, no se toca el desmadre económico de muchos ayuntamientos, autonomías y ministerios (que por cierto se ha incrementado). Eso sí, no cuestionando negociar con Podemos subidas de impuestos a empresas y rentas altas. Por cierto, mal llamadas “rentas altas” porque en ellas está la enorme clase media española, siempre "pagana" de las frivolidades demagógicas de nuestra mediocre clase política. O ¿es que alguien, con dos dedos de frente cree que los mayores impuestos a la banca los van a pagar dichas entidades? Desengáñense, los pagaremos los ciudadanos de a pie en alza de tipos o nuevas, y más altas, comisiones. Y es que es fácil “apretar un botón” y automáticamente se suben los tipos del IRPF pero como siempre a los mismos, los que trabajan duramente, los que tienen una nómina. ¿Por qué no se hace una política adecuada de control de los gastos y del fraude fiscal? ¿Por qué se promete que se van a hacer públicas las listas de los defraudadores y luego se sigue la estrategia del cangrejo? Y no hablemos de los múltiples cambios de dirección de empresas públicas y participadas, así como la sustitución de casi todos los secretarios de estado, directores generales, subdirectores generales etc. etc y de las ya famosas “agendas culturales.”

La financiación autonómica. Se pretende aguantar en la Moncloa hasta 2020, sin embargo, se da marcha atrás en resolver el importante tema de la financiación autonómica, bajo la excusa de que no hay tiempo material para hacerlo. Se ha dicho que hay que ser ambicioso, pero también realista, y con sólo 84 escaños, la ambición se torna en pesadilla.

Es claro, entonces, que lo honesto es conducir al país por la senda de la estabilidad y la consolidación de su economía y, derivado de ello, de las condiciones de vida de sus ciudadanos. Y si se es responsable con ese inviolable objetivo, lo razonable, lo deseable y, desde luego, lo exigible es convocar elecciones y no hipotecar el futuro entregándose a la voracidad de los independentistas o la insolvencia de Podemos. Ni unos ni otros, creen en el modelo de Estado que los españoles nos dimos en 1978. Las Comunidades Autónomas reclaman, con razón, una financiación que les permita planificar sus necesidades y recursos a medio plazo. Pero Pedro Sánchez tiene deudas que pagar y, por ejemplo, el régimen foral no se toca o si se hace, es para subir el "cupo vasco".

A todos estos importantes temas habría que añadir:

la subida del gasto militar, siguiendo instrucciones de Trump; la conversión de la televisión pública en un monopolio ideológico que mantiene secuestrada la información; el fenómeno de la migración con los ataques que sufren las fuerzas de seguridad y la propia ciudadanía por algunos desalmados; la política del “puerto seguro” cuando lo importante es que haya una solución conjunta y solidaria de este tema por parte de la UE y no dejar que cada país haga los que le beneficia en cada momento olvidándose de la cuestión humanitaria; el amiguismo en los nombramientos y la devolución de favores.

En definitiva, no es válido seguir la estrategia del cangrejo y son necesarias unas elecciones generales cuanto antes que logren una regeneración de la política española que es imprescindible e inaplazable.