España es también el país con los mayores impuestos laborales -hablo de cuotas sociales- de Europa
Como aquel que escribía en prosa sin saberlo, Pedro Sánchez miente sin saberlo. El pasado miércoles se plantó ante las cámaras de TV, justo donde más le gusta estar, sobre todo si no hay preguntas del otro lado, y aseguró que en este mismo año, ya mismo, se iba a subir el salario mínimo.
Hombre, si lo que pides es consenso con patronal y sindicatos no vas a hacer amigos si lo anuncias por anticipado sin esperar al resultado de la negociación.
Pero, sobre todo, ni las razones de los sindicatos -trabajar menos y cobrar más, porque sí- ni las de los empresarios -a más salarios más despidos- son lógicas.
¿Hay que subir el salario mínimo? Sí. Hasta que no pasemos de los actuales 950 euros brutos al mes por 40 horas semanales de trabajo a no menos de 1.200 seguiremos en el fango. Con ese dinero no se puede sacar adelante una familia ni vivir, por ejemplo, en Madrid.
En España, los salarios bajos son muy bajos y tanto el salario mínimo como el medio son eso: bajos, al menos en comparación con la media europea.
Ahora bien, España es también el país con los mayores impuestos laborales -hablo de cuotas sociales- de Europa. Por tanto, un empresario puede verse ante la tesitura de pagar poco o de introducir trabajadores en economía sumergida. Dicho de otra forma: hay que subir el salario mínimo y hay que bajar los impuestos que graven sobre ello. Que se beneficie el trabajador, que el empresario pueda salvar su empresa y que pierda… el Estado.
¿Cuál es el trasfondo de todo esto? El trasfondo no consiste en que el SMI alcance el 60% del salario medio. El trasfondo es que el salario no debe ser determinado por el mercado, sino por las necesidades del trabajador (¡Uy, lo que he dicho!) a llevar una vida digna.
No viene nada mal que el Estado se quede sin unos impuestos y al mismo tiempo facilite la contratación.
Y si un negocio no tiene margen para pagar salarios dignos mejor que resucitar los salarios es reducir impuestos.
Pero, en cualquier caso, no es el mercado el que debe decidir los salarios, como reza la doctrina social de la Iglesia (DSI), sino las necesidades de la familia del trabajador. Y sí, hay que subir el salario mínimo y a cambio eliminar las cuotas sociales para los salarios bajos.