Se repite el profético consejo del secretario de Estado de Comunicación con Aznar, Miguel Ángel Rodríguez (MAR), a sus responsables de prensa (o sea, de propaganda): “Y cuando no sepáis qué decir, diálogo, mucho diálogo.

Al parecer, Pedro Sánchez nunca tiene nada que decir porque se ha lanzado al diálogo: ¡Viva el diálogo! Ayer, Peter el Magnífico iniciaba su ronda de consultas con “todos” los partidos de la oposición. Bueno, con todos menos con los ultras de Vox. Esto es, con el único partido no progre del Parlamento, con el único partido cristiano (y no todo él) del Parlamento, aprovechando que el mismo Vox se ha autoexcluido.

Sánchez se burla de Pablo Casado: tras 90 minutos de conversación se convierte en el saco de los golpes de ‘Marisú’ Montero

Pues muy mal señor Santiago Abascal. Hable usted, no pare de hablar, porque anda muy calladito últimamente y corre el riesgo de desaparecer. “No tenemos nada que pactar con un Gobierno de extrema izquierda”. Pues muy mal, señor Jorge Buxadé, porque pactar es hablar que es lo que a ustedes les falta: minutos de televisión.

Además, son los únicos que pueden llevar la voz de los católicos (según el CIS el 67% de los españoles aún se confiesa cristiano) a la vida política.

Con su autoexclusión, han permitido a Sánchez centrar el debate entre progres de izquierda y progres de derecha. Y ya se sabe que quien centra el debate gana el debate.

Patética Inés Arrimadas, caballo de Troya del Sanchismo... a cambio de unas semanas de supervivencia agónica

Así, lo único que puede oponerse a la estupidez progre, que es la sensatez cristiana, ha quedado fuera del debate sobre Presupuestos y del debate sobre el coronavirus. Es más, con su silencio e inacción, Vox corre el serio peligro de convertirse en un partido “raro”, testimonial, marginal, y en llevar a muchos desinformados al corral donde les quiere Iván Redondo: son unos ultras.

Así que, señor Abascal, empiece a hablar usted y empiece a mojarse en el barro monclovita, un nido de serpientes tan venenosas como Pedro Sánchez, tan resentidas como Pablo Iglesias y tan embusteras como Marisú Montero.

El paripé del diálogo monclovita comenzó en Moncloa con un Pablo Casado que, además de plantear una postura un tanto equívoca con su ‘Presupuestos no pero agencia sí’, mantuvo su moderación que rima con mediocridad: mantequilla en manos de Iván Redondo, que ordenó salir a continuación a Marisú Montero para laminarle. Fueron 30 minutos de insultos al líder de la oposición a lo que añadió el chorreo que le cayó en las preguntas (por supuesto no respondió a ninguna, salvo a las que apoyaban su diatriba). Montero llamó a Casado: hipócrita de golpes de pecho, obstruccionista, frentista, al que no le importan los muertos por la pandemia ni es demócrata porque no acepta los resultados de las urnas.

Y el genial PNV pide la vuelta a la mayoría frentepopulista de la investidura: socialistas, comunistas y separatistas, de izquierdas y de derechas. No está mal para un partido burgués

Al final, en el éxtasis de la filípica, Marisú entra en trance y proclama que el PP impide que “la ciencia presida las relaciones entre las personas”. Esto último ya en estado de arrobamiento progresista.  Sin olvidar la igualdad entre todos y todas, algo directamente relacionado con los Presupuestos, como se sabe.

Lo cierto es que el Gobierno socio-podemita no quiere pactar nada con el PP pero necesita presumir de dialogante. Pero eso ya lo sabíamos y Casado se mojó, cosa que Santiago Abascal no hizo y perdió minutos y horas en los medios para marcar diferencias contra el progresismo de izquierdas y de derechas.

Por la tarde le llegó el turno de Ciudadanos. Patética Inés Arrimadas, caballo de Troya del Sanchismo a cambio de unos meses más de supervivencia agónica de su partido termita.

Y lo mejor, y eso que aún no ha pasado por el diabólico confesionario monclovita, habló el inefable Aitor Esteban, portavoz del separatista del PNV, quien solicitó la vuelta a la mayoría frentepopulista que le otorgó la Presidencia a Pedro Sánchez, lo que él califica como “mayoría de investidura”: socialistas, comunistas y separatistas, de izquierdas y de derechas, incluidos los proetarras y los majaderos de En Comú Podem, de Compromís, etc, etc.

Pero insisto: lo más grave del paripé socialista de ayer en Moncloa -que hoy continúa con otro inefable: Gabriel Rufián- no vino marcado por ninguno de los presentes sino por el ausente Santiago Abascal.

Don Santiago: en política hay que enfangarse. Abstenerse del ‘diálogo’ puede resultar muy digno pero a usted no le votaron para que se sienta cómodo sino todo lo contrario: le votaron los católicos para que se sienta lo más incómodo posible en defensa de los principios cristianos. Y créanme: vale la pena enfangarse por esos principios.