• Como sufrir es amar también aprendí a llorar.
  • El problema del siglo XXI es que somos incapaces de convertirnos porque somos incapaces de arrepentirnos.
  • Esto es una sociedad muerta por falta de arrepentimiento.
  • Aunque quisiéramos, ¿seríamos capaces de convertirnos? Sí, lo somos.

El olvidado José María Gabriel y Galán escribió "La pedrada". Un poema con rima y aroma clásicos, en el que un rapaz contempla un paso de Semana Santa que escenifica la flagelación. Un infame sayón se dispone a golpear al Dios hecho hombre, desvalido por propia voluntad, víctima propiciatoria, la única víctima real en un mundo en el que abundamos los verdugos empeñados en pasar por víctimas. El chaval del poema no soporta la injusticia con el Señor, agarra un guijarro y, con la formidable puntería de la edad le revienta la cabeza al sayón, ante el estupor general. Termina aquel poeta, muerto joven, con la frase-moraleja de un mundo en el que todavía existían las moralejas porque los artistas trabajaban para el público en lugar de utilizar al público para su propio enaltecimiento: "¿Somos los hombres de hoy aquellos niños de ayer?". Oiga, que Gabriel y Galán murió en 1905, pero ya entonces debía sentir que, para algunos, la Pasión de Cristo, y su núcleo, la muerte en el Viernes Santo, no la contemplamos como el hecho histórico que empapó el devenir entero de la humanidad, sino como un hecho cultural, incluso turístico, del pasado remoto. Porque a ver, ¿cuántos adultos de hoy sienten la indignación de aquel adolescente de ayer, que ante la injusticia de la criatura que se ensaña con su Creador, agarra un adoquín y le arranca la cabeza a aquella estatua miserable, para él tan cierta como si tuviera carne, huesos y sangre?

Es el problema del siglo XXI, que somos incapaces de convertirnos porque somos incapaces de arrepentirnos. Nos hemos incapacitado para la conversión. Y sin arrepentimiento no hay mejora –ni individual ni social- y sin mejora no puede haber progreso.

Que es lo mismo que decir: ¿seguro que no estamos en una sociedad de zombis, en un mundo muerto porque es incapaz de arrepentirse de nada? ¿Seguro que no estamos en una sociedad en la que, aunque quisiéramos convertirnos, no sabríamos cómo hacerlo? El arte ha perdido la capacidad de ejemplificar la conversión con su correspondiente prefijo de la elección entre el bien y el mal, pues el arte y la literatura han borrado la diferencia entre ese bien y ese mal. Con ello, el arte se ha imposibilitado para la catarsis, individual y colectiva, su principal y casi única función a lo largo de la historia. Por eso, la Pasión de Cristo ha despertado, con sus dualidades muerte-vida, bien-mal, verdad-mentira, fealdad-belleza, un elevado porcentaje de las inspiraciones artísticas de la humanidad.

Si tengo razón, no estaríamos ante un drama, estaríamos ante una tragedia de grandes dimensiones. Pero estoy seguro de que no es así. Primero, porque la misericordia de Dios es infinita y nos enseñará, en Viernes Santo, que el arrepentimiento y la conversión son posibles y nos enseñará, también, a entender, como asegura Gabriel y Galán (no dejen de escuchar la dramatización de la Pedrada), que amar es sufrir.

Es cierto que el bienestar nos ha cloroformizado para la conversión y con ello nos ha incapacitado para realizarnos como hombres. Y que ni Dios mismo puede perdonar a quien no se ha arrepentido. Pero el paso que debe dar el hombre tampoco es tan complicado: ¿acaso pueden no contraerse las entrañas ante un Dios Creador que muere por salvar al género humano creado? Sólo si no se cree en que Jesucristo era ese Dios encarnado. Pero sólo los necios pueden creer tamaña insensatez.

Termino con una inspiración de Cristo a la madrileña Marga: "¿Creéis que (el cambio necesario) está en hacer cosas, escritos, manifestaciones? ¡Qué equivocados estáis! Está en el cambio de corazón. Mientras no cambie vuestro corazón y os convirtáis no podrá ser salvada España".

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com