No soy experto en liturgia pero sé que la Festividad del Sagrado Corazón de Jesús se celebra el siguiente viernes al Corpus Christi. Éste, a su vez, el siguiente domingo a la Festividad de la Santísima Trinidad que, a su vez, se festeja el domingo siguiente a Pentecostés, con el que se cierra el ciclo Cuaresma-Pascua. Así que, aunque seguramente me equivocaré, hoy, viernes 11 de junio de 2021, deberíamos celebrar la Festividad del Sagrado Corazón. Al menos, en este año de 2021. Otros expertos aseguran que la festividad del Sagrado Corazón es el 19 de junio pero de la Cristiandad siempre me han agradado más las recetas que los datos, porque la religión no se expone, se vive.

Todo esto viene a colación de que el 30 de mayo de 1919, el rey Alfonso XIII, bisabuelo del actual monarca, Felipe VI, consagró España al Sagrado Corazón de Jesús, en el centro geográfico del país, el Cerro de los Ángeles, justo al sur de la capital. Un acontecimiento religioso pero también político, de primera magnitud.

El problema catalán consiste en que el independentismo se ha convertido en una religión, sustituto de la fe cristiana. Y ahí, la política no puede hacer nada

Ojo porque la devoción del Sagrado Corazón, y la consagración de un país a la misericordia divina -que de eso hablamos- no es una iniciativa nacida en España sino en Francia, con Santa Margarita María de Alacoque, quien, en 1689 pidió al Rey Luis VIV que consagrara Francia al Sagrado Corazón.

El soleado monarca no hizo ni caso… y 100 años después se iniciaba la sangrienta revolución francesa, que terminaría con su dinastía, con el democrático procedimiento de la guillotina. Ya lo decía el gran Giovanni Guareschi: Dios no tiene prisa.

La devoción a la Divina Misericordia –ya saben, máxima justicia y máxima misericordia, todo a un tiempo, en el mismo ser-, es la ecuación que ha traído de cabeza a los teólogos, que son gente que a veces incluso utiliza la cabeza.

Alfonso XIII fue un rey curioso: no lo pudo hacer peor al exiliarse de España en abril de 1931 para evitar la discordia ente españoles, lo que, naturalmente, nos llevó a la Guerra Civil. Pero su consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, el 30 de mayo de 1919, demuestra su valentía. Llevaba años negándose a las pretensiones de la masonería que le forzaba, si quería seguir siendo Rey de España, a olvidarse de Cristo y rendir pleitesía a las nuevas normas masónicas, que son las mismas que imponen Pedro Sánchez en 2021: eugenesia, divorcio, enseñanza llamada laica, etc. O eso, o la república. Igualito que en 2021 con el gobierno socio-podemita de Pedro Sánchez y el Rey Felipe VI. Sólo que éste parece ceder día a día.

Alfonso XIII rechazó la blasfema imposición y su respuesta fue la consagración de España al Sagrado Corazón.

La historia de España es la historia de la misericordia divina

Una consagración que dejó una impronta especial en propios y extraños. Buena prueba de ella es que durante el precitado enfrentamiento civil, los milicianos de izquierda, de la misma izquierda que hoy nos gobierna bajo el patrocinio de Pedro Sánchez, se vieron en la obligación de fusilar la estatua del Sagrado Corazón… en el Cerro de los Ángeles. Que una cosa es no creer en Dios y otra no poder odiarle.

La consagración de España al sagrado Corazón de Jesús, que S.M. Felipe VI no se planteará, no vayan a llamarle beato, es una cuestión de aparente actualidad. Por ejemplo, con el ‘problema’ catalán. ¿Se acuerdan de cuando Cataluña era una región, y muy querida, de España, y no un problema?

Me explicó: ya he dicho en otras ocasiones que me costó comprender la Expresión del cardenal Rouco cuando, ante la arremetida separatista catalán aseguraba que “la unidad de España es un bien moral”. Ahora, al contemplar cómo el separatismo catalán se ha convertido en una religión sustitutoria de Cristo, en el alma indepe, cuando mis amigos nacionalistas han creado su propia liturgia para adorar al ídolo separatista cuando los que antaño fueron ejemplo incluso de tradicionalismo eclesial, me dicen que “La Iglesia no es necesaria en Cataluña”, comprendo dos cosas: que Rouco tenía razón y que no vendría mal una nueva Consagración de España, y con ella de Cataluña, a la misericordia Divina, actualidad en el grito: “Jesús en Vos confío”.