Pedro Sánchez ha vuelto a definir a su gobierno como “progresista” y como todo progresismo, su gobierno tiende al delirio. Lo mismo le ocurrió a Zapatero -aunque se sospecha que en este caso la tendencia al delirio viene de cuna- y por la misma razón, los progres del siglo XX, ahítos de bienestar, buscaban una razón para vivir que sustituyera a Cristo, quizás porque quien tiene un porqué para vivir acaba encontrando el cómo. El problema es cuando no lo tienes. 

Entonces dieron con la teoría del progreso continuo, tesis que ha obtenido un éxito pavoroso -mismamente, pavoroso- en nuestras mejores tertulias.

Intentar que el deber se convierta en un placer es de inteligentes, pretender que el placer sea un deber es de… progresistas

En cualquier caso, en Hispanidad ya hemos dictaminado que progresista es aquel que grita: ‘Abajo los curas y arriba las faldas’, pero podemos aportar unos pluses para completar la definición.  

De entrada, el progre es ese personaje que se pasa el tiempo corriendo muy deprisa hacía ninguna parte. Pasó de largo por el Paraíso y cuando llegó al Purgatorio decidió que tenía que seguir, en nombre del progreso indefinido, una estación más allá.

La verdad no os hará libres, es la libertad lo que os hará verdaderos

Otra condición del progresista la define aquella idea suprema de que las causas del pasado se encuentran en el futuro: la obsesión con el porvenir define su identidad. Y es que el futuro ya no es lo que era.

La frase recuerda aquella otra secuela del precitado ZP, eminentemente progre: “La verdad no os hará libres, es la libertad lo que os hará verdaderos”. ¡Y se quedó tan ancho! No le dieron el Nobel pero se espera cada año.

La última nota definitoria del progre es la alegría. Fingida, desde luego, pero alegría a fin de cuentas. Como se decía del muy progresista George Bernard Shaw, el progre no se toma el deber como un placer sino el placer como un deber.

Las causas del pasado están en el futuro pero el futuro ya no es lo que era

Algo parecido a lo que ocurre con esas personas que buscan continuamente, denodadamente, el sentido del humor: son los que nunca lo encuentran, entre ellos muchos humoristas.

Pero, a pesar de los pesares, Pedro Sánchez ha vuelto a calificar a su Gobierno como “progresista”. Eso nos indica que la majadería sigue contando con un montón de adeptos. Ya lo creo.