Si algo ha crecido en los españoles, y me temo que en el resto de Occidente lo mismo, desde primeros de este curioso año 2020, ha sido la desesperación, una profunda melancolía que parece invadirlo todo. Vamos, que “la nada avanza”.

El proceso es este: miedo, liberticidio -o aceptación de recortes a la libertad individual-, tristeza, violencia y desesperación.

La tristeza produce irritación y muy mala leche, por lo que percibo una violencia creciente (no bélica, ni policial, ni terrorista) sino simplemente ira contra el vecino… que es la peor de todas porque al vecino lo tienes al lado. Y me temo que la violencia irá a más.

Ahora que la violencia se dispara, conviene repetir: hay que ser muy valiente para no devolver la bofetada

Como católico estoy obligado a renunciar a la violencia, una lamentable desventaja que algún día habrá que solventar. Al parecer, según los grandes teólogos, el evangelio ofrece pocas posibilidades de salvar la situación, por lo que la norma sigue siendo antes morir que matar. Una norma extraordinariamente insatisfactoria para la gente como yo, o sea, no del  grupo de los valientes, sino de los que tenemos muy mala leche.

Pero, por el momento, no veo posibilidad alguna de mejorarla, así que los cristianos nos conformamos con la idea de que el coraje consiste precisamente, en no devolver la bofetada. Arrear una bofetada, sobre todo cuando sabes que sobre el otro, sobre el cristiano, pesa el mandato de poner la otra mejilla, es de cobardes.

El cristiano sólo puede optar por la violencia activa en dos situaciones: en defensa de Dios y en legítima defensa. Así que a lo mejor hay que prepararse.

La vacuna contra el coronavirus es la Eucaristía

Por cierto, ¿cómo conjurar este proceso maldito que acaba en desesperación? Pues confiando en Dios, que es la única forma de convencerse de que el coronavirus será vencido y de no aceptar la pérdida de libertades, así como así. Es el grito de Tomás de Kempis: No me borres del Libro de la Vida y el camino es abandoanrse wn las manos de Dios, no del doctor Simón.

Por decirlo de otro modo: la vacuna contra el Covid es la Eucaristía. No hay otra. Humanamente, por no haber, no hay ni tratamientos, Y si surge alguno ya se encarga don Tedros Adhanom, como hizo el viernes, de asegurarnos que no son eficaces. Aunquen lo hayan sido. El mensaje de la OMS, es decir, del mensaje del Nuevo Orden Mundial (NOM) sigue siendo el mismo: Perded toda esperanza. Por eso necesitamos sobrenaturalizar el coronavirus. Para tener esperanza... y porque es la única vacuna. Y además, no cotiza en bolsa.