• El equipo presidencial avanza en la separación de banca de inversión y banca comercial.
  • Trump se guarda los detalles pero da pistas del cambio para los gigantes como Bank of America, Citi o Morgan Chase.
  • Y le secundan el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y Gary Cohn, dos ex Goldman Sachs.
  • Una de las iniciativas es volver a la Ley Glass-Steagall, nacida tras el 'crack del 29', con la que acabó Clinton.
  • Para muchos, esa derogación marcó el el origen de la crisis financiera de 2008-2009.
  • "Hay algunas personas que quieren volver al viejo sistema, ¿verdad? Así que vamos a ver eso", dice Trump.
Donald Trump se plantea separar la actividad de banca de inversión y de banca comercial (de consumo), lo que supondría un impacto importante para los gigantes bancarios americanos, como Bank of America, Citigroup o Morgan Chase. Y a esa encomienda se une también el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin (en la imagen los dos). Trump no fue muy explícito, pero a la pregunta de si hay que romper los grandes bancos, respondió: "Estoy viendo eso ahora. Hay algunas personas que quieren volver al viejo sistema, ¿verdad? Así que vamos a ver eso". El efecto en bolsa, sin embargo, se notó poco más allá de la media hora que duraron las declaraciones a Bloomberg News. El presidente americanos planteaba así el regreso de la Ley Glass-Steagall de 1933, que exigía la separación de la banca comercial (el modelo del Wells Fargo) y de inversión (modelo Goldman Sachs), aunque adaptada a las circunstancias actuales. Lo planteó el propio Trump durante la campaña electoral y también el Partido Republicano. Las circunstancias han cambiado, no obstante, entre otras cosas, por las normas de Basilea sobre las exigencias de recursos propios a los bancos (más o menos estrictas en función del riesgo de la actividad: participación industrial, cartera hipotecaria, seguros, créditos a grandes corporaciones o pymes, etc.). Aunque se conoce como Ley Glass-Steagall, se trata de la Banking Act o Ley de Bancos de los EEUU, promulgada en 1933 por el presidente Franklin D. Roosevelt, con el objetivo de controlar la especulación y evitar que se repitiera una crisis como la del 29 (el famoso crack y sus conocidos efectos, devastadores). Dicho de otro modo, poner freno a los bancos para especular con los depósitos dejados por sus clientes. Después de muchas críticas -sobre todo, en la década de los 70-, la ley fue derogada en noviembre de 1999 por la Ley Gramm-Leach-Bliley, dentro de la desregulación financiera impulsada por Bill Clinton. Es lo que permitió, por ejemplo, la constitución de Citigroup. Desde entonces, son muchas las personas e instituciones que han defendido la vuelta a la ley Glass-Steagall porque, a su juicio, su derogación fue una de las causas que alimentó la crisis financiera más reciente (2008-2009). Fue uno de los motivos de la reforma de Barack Obama en 2010, la conocida como Ley Dodd-Frank. Retomaba algunos aspectos de la Glass-Steagall con la intención de proteger al consumidor por las prácticas abusivas en créditos o hipotecas (muy presente por la burbuja que estalló en crisis de las subprime)  o rebajar el impacto de las entidades demasiados grandes para quebrar (too big to fail), como Lehman Brothers. Para Trump lo importante es que los bancos vuelvan a prestar dinero y adaptar la ley de 1933 puede facilitarlo. De ahí que esté en las próximas reformas. A esa misma corriente se suman también funcionarios del equipo de Trump, como el ya señalado secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y otros como el director del Consejo Económico Nacional, Gary Cohn, sorprendente en cualquier caso, teniendo en cuenta que se trata de todos ex banqueros que trabajaron para el banco de inversión Goldman Sachs. Cohn es uno de los nombres que suenan para relevar en el cargo a Janet Yellen, presidenta de la Fed. El efecto de la Ley Glass-Steagall se tradujo, esencialmente, en una limitación de tamaño de los grupos bancarios americanos, al contrario de lo que pasaba en Japón o Europa. Los principios, muy resumidos, de la ley Glass-Steagall marcaron una separación de banca de depósito y la banca de inversión (bolsa), la creación de un sistema bancario a tres niveles, bancos nacionales, estatales y locales -evitando la competencia desleal entre ellos- y el veto a los bancos para participar en los consejos de administración de las empresas. Rafael Esparza