El arresto domiciliario decretado por Moncloa no ha vencido al virus pero ha conseguido una España sumisa, acongojada… y cabreada.

El pasado domingo 17 pasear por Madrid -en el horario legal prefijado por la autoridad, naturalmente- producía escalofríos. Mucha gente disfrutando del recreo que donosamente concedido por Sánchez, pero podías oír el sonido de tu propia voz. La gente apenas hablaba con su “conviviente”, quizás temerosa -esa es la palabra clave: temor- de que el virus se les cuele por la boca o por la oreja.

Es como si en España hubiera cundido la idea de que es preferible morir a sobrevivir malviviendo, en mitad de esta grandiosa estafa

Es la España confinada y silente: con miedo a hablar, con miedo a escuchar al conviviente, con miedo a sonreír. Una triste caricatura de un país marcado por la histeria provocada por el pánico al virus y donde las relaciones y emociones más primarias resultan irresponsables, incívicas e insolidarias. Somos esclavos de la posible delación del de al lado, y el vecino se ha convertido en un acusador.

Habrá que recordar que más vale morir que sobrevivir malviviendo.

La marca del demagogo: Sánchez, Illa y Montero adulan al pueblo, mientras, Marlaska llena Madrid de controles policiales

Pero no todo está perdido: la protesta se extiende desde Madrid por toda España. Mientras, Pedro Sánchez, Salvador Illa y María Jesús Montero exhiben la marca del demagogo -adular al pueblo- el ministro Fernando Grande-Marlaska, uno de nuestros peores ciudadanos, llena Madrid de controles. Justo en las zonas -muchas más que el céntrico y burgués barrio de Salamanca- donde el sábado cundieron las protestas contra un Gobierno que pretende una sociedad sumisa, encerrada en casa y donde cunde la delación y el chivateo, sobre todo contra aquel que se atreva a incumplir las incumplibles normas de la autoridad.

Además, animada por el Gobierno frentepopulista, la policía ha recuperado su antigua prepotencia. Con chulería manifiesta te obliga a enseñar las facturas, ha abrir la cesta de la compra, mientras te sanciona con multas altísimas o con detenciones sumarias. Todo ello como prefacio de una tiranía, de corte comunista.

La derecha recupera el término ‘libertad’. La izquierda sigue pendiente de sus ‘derechos’, siempre cuantificables en euros

Otro fenómeno singular de la España  del coronavirus: la derecha recupera el término ‘libertad’. La izquierda, en el entretanto, continúa pendiente de sus ‘derechos’, siempre cuantificables en euros. Es decir, la izquierda ya no reclama libertad, reclama subvenciones públicas. Al que se esfuerza con su trabajo el Gobierno le fríe a impuestos -Sánchez prepara una subida general de impuestos- mientras forja -ingreso mínimo vital y otras maravillas- una sociedad de voto cautivo que se acostumbra a cobrar sin trabajar.

No debemos engañarnos: caminamos hacia la tiranía envueltos en una enorme mentira: la de que el confinamiento socio-podemita ha sido un éxito. Lo cierto es que, como venimos repitiendo -y actualizando- en Hispanidad, somos el desgraciado país en que, gracias, entre otras cosas, a la penosa gestión de Pedro Sánchez, el virus ha infectado y ha matado a más personas, en todo el planeta. Y encima el dúo Picapiedra, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, exhiben su macabra gestión como un éxito.

Caminamos hacia la tiranía envueltos en una enorme mentira: la de que el confinamiento socio-podemita ha sido un éxito

Recuerden, el confinamiento no es lo que ha vencido al virus pero si nos lleva directos hacia una tiranía de corte bolivariano, es decir, comunista. El grito de ‘Libertad’ que resuena en Madrid, resulta de lo más pertinente.

Está claro que lo más cívico hoy en España, lo más patriótico, es desobedecer al Gobierno, incumplir las normas. No les resultará difícil: Sánchez ha dictado tantas que no se las conoce ni él. Y si no las sabe él, ¿cómo podría cumplirlas el ciudadano?