Ya sabemos todo, o casi todo, de lo ocurrido durante la última sesión del G-20, los 20 países más poderosos del mundo. Pus bien, la cumbre de Osaka ha sido un fracaso. No ha cambiado el Impuesto de Sociedades por IVA, ni tan siquiera se lo ha planteado, a pesar de que así se había filtrado y anunciado. Eso significa que las multinacionales continuarán burlándose de los gobiernos, subastando sus inversiones, según el país que les otorgue mejores condiciones fiscales. Y esto no es bueno... para la generalidad.

Ojo, y puede que no se trate de paraísos fiscales en sentido prístino. Por ejemplo, efectos del impuesto sobre el beneficio, los ilustres miembros de la UE, Holanda, Luxemburgo o Irlanda, operan como paraísos fiscales.

Y las pensiones no pueden convertirse en la tumba del empleo

Y así, Apple, Amazon, Google, etc, pagan poquísimos impuestos en España porque operan desde esos paraísos fiscales. La única forma es que paguen impuestos sobre el beneficio según sus ingresos. Fórmula jurídica difícil, pero mucho más justa.

La otra tendencia lógica en la fiscalidad global consiste en cambiar cuotas por IVA (dicho sea en terminología española). Es decir, pagar las pensiones con incrementos de impuestos indirectos -juzgar a la gente por lo que gasta, no por lo que gana- y reducir los impuestos que graban el empleo.   

Los cambios globales hay que hacerlos al grito de “o todos o ninguno”

Ahora bien, tanto en lo uno como lo otro, como en cualquier decisión fiscal, lo mejor es hacerlo al grito de “o todos o ninguno”. Por eso, el G-20 es un buen foro para ensayar la nueva fiscalidad y esas dos nuevas tendencias. Pero en Osaka, no se ha avanzado ni un milímetro.