La decisión está tomada: Telefónica se queda en México, al menos de momento, y la opción elegida para intentar remontar la situación de la filial ha sido el acuerdo con AT&T anunciado el jueves por la tarde. No será fácil, en cualquier caso: el mercado mexicano está dominado por Carlos Slim y su América Móvil, con más de 76 millones de clientes (Telefónica tiene 27 millones).

Así las cosas, la situación de la filial mexicana no convencía a José María Álvarez-Pallete. “Hemos lanzado un plan estratégico para mejorar orgánicamente, pero si en ese camino surgen ofertas, las contemplaremos”, afirmó el presidente de Telefónica en febrero, durante la presentación de los resultados anuales de 2018.

Brevemente: a partir de ahora, Telefónica podrá acceder a la red móvil de AT&T en la última milla inalámbrica, lo que supondrá una reducción de la deuda neta adicional de Telefónica de unos 500 millones de euros y un impacto positivo en el flujo de caja de unos 230 millones de euros al año. El acuerdo tiene una duración de ocho años.

“Telefónica mantendrá también el control exclusivo sobre sus operaciones, incluyendo su cartera de clientes, activos, administración, precios, finanzas, comercialización, sistemas de facturación, entre otros. AT&T no tendrá visibilidad ni influencia alguna sobre la operación de Telefónica Movistar”, aclaró la compañía en el comunicado.

E hizo bien en hacerlo, toda vez que el gigante norteamericano intentó ‘opar’ a Telefónica en 2013, de la mano del expresidente José María Aznar. Aquello no salió adelante y actualmente no es algo que preocupe en Telefónica: la deuda que arrastra AT&T desde que comprara Time Warner en 2018 lo hace inviable. Sea como fuere, Telefónica sigue siendo la teleco más importante de Hispanoamérica, algo que también valoró en su día la alemana Deutsche Telekom, y AT&T lo sabe.

Cuidado con el acuerdo, no vaya a ser el abrazo del oso.