Francisco González (FG) no está dispuesto a ceder un ápice ante las exigencias del Banco Central Europeo: quiere que su sucesor sea presidente ejecutivo, de nombre Carlos Torres Vila, actualmente consejero delegado del grupo. El ascenso del número dos del banco le aseguraría a FG una sucesión y una continuidad sin sobresaltos de ningún tipo.

Pero el BCE le ha dicho que no, y ahora, además, se lo ha hecho saber con la sentencia del Tribunal General de la UE en la mano. Es el arquetipo de la pugna de la banca europea de hoy. El modelo de gobernanza anglosajón del BCE frente al modelo que defienden los banqueros.

Como recordarán, a finales de abril, el TJUE dio la razón al BCE acerca de la división de los altos cargos en Crédit Agricole. El banco francés quería nombrar a las mismas personas como presidentes ejecutivos en cuatro filiales, a lo que el BCE se opuso. Crédit Agricole recurrió al TJUE pero éste avaló la decisión del supervisor.

Según el tribunal (y el BCE), la labor del presidente es supervisar a los ejecutivos de la entidad, y eso no es posible si él también es ejecutivo. Lo dejó bien claro en su comunicado: “La eficacia de esa supervisión quedaría menoscabada si el presidente del órgano de dirección en su función de supervisión, pese a no desempeñar formalmente la función de consejero delegado, se encarga simultáneamente de la dirección efectiva de la actividad de la entidad de crédito”.

En el caso del BBVA, el BCE, a la negativa de que Torres Vila sea presidente ejecutivo, añade una pega más: no tiene suficiente experiencia para presidir y dirigir al mismo tiempo el segundo banco español. Los doce años de consultor en McKinsey, los cinco posteriores en Endesa, donde llegó a ser director financiero (2007), y los cargos en el BBVA -director de Estrategia y Desarrollo Corporativo (2008) y director del área global de Banca Digital (2014), no son suficientes.

Desde Fráncfort lo utilizan como un argumento más: Torres requiere de un chairman que le supervise. Y quién mejor que Jaime Caruana para hacerlo. Por eso insisten en la dupla Caruana-Torres para suceder a FG.

Por cierto, en distintos foros del BBVA se recuerda el papel del BCE en otras sucesiones más o menos recientes. Por ejemplo, en la del Santander, donde el supervisor brilló por su ausencia cuando Ana Botín fue nombrada presidenta ejecutiva a las pocas horas de fallecer su padre. Recuerdan, además, los problemas de los Botín con la Agencia Tributaria, a la que pagaron 200 millones de euros en 2010 para regularizar su situación. ¿Acaso puede ser idóneo para presidir una entidad un banquero con problemas fiscales?, se preguntan en esos foros.