Si el sentido común no lo remedia –y la sensatez no es el brazo fuerte del Consejo de Ministros de Pedro Sánchez- el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) se quedará como está, en los 950 euros al mes por 40 horas de trabajo a la semana.

Con esa gracia y salero que Dios le ha dado, la ministra portavoz, María Jesús Montero, asegurará que ya veremos si a lo largo de 2021 la cosa pudiera moverse al alza, hasta los 1.000 euros (ojo, brutos mensuales, no netos) que solicita Podemos, porque lo de este Gobierno es el diálogo permanente, no sé si saben…

El diálogo permanente consiste en muchas premisas y ninguna conclusión… salvo la primera de las premisas con la que se inicio el diálogo: aquella que planteó Sánchez o aquella a la que le forzó Iglesias.

Hay que poner a España a trabajar, porque corremos el serio peligro de convertirnos en un país subvencionado y en una sociedad de vagos prejubilables

Veamos: subir el SMI (salario mínimo interprofesional) hasta los 950 euros constituye la única buena idea que ha tenido Podemos desde que está en política. Ahora bien, fue ejecutada a lo podemita, o sea, con los pies.

El SMI debe subir porque los salarios bajos, no tanto los medios, resultan muy bajos en España y porque con menos de 1.000 euros es imposible sacar adelante una familia en España.

Ahora bien, debió subir el SMI y no los impuestos que le acompañan… que fue lo que hizo el PSOE y Podemos. Para ser más concretos, el SMI debería situarse, ya mismo, en los 1.000 euros netos mensuales. Eso se conseguiría si se suprimiera, a todos los efectos, el impuesto sobre la renta para el SMI y, sobre todo, las cuotas sociales que le acompañan, las más altas de toda Europa.

Súbase el salario mínimo y a más de 1.000 euros netos mensuales, a cambio de suprimir las cuotas sociales, tanto del trabajador como del empresario y elévese al alza el exento (exención total, por tanto, también en retenciones) de IRFP para los salarios bajos.

Para 2021, la receta es: más salarios y menos impuestos. Lo contrario que hace Sánchez

Además de una medida justa, reducir las cuotas sociales es la forma de terminar con la economía sumergida.

Y por cierto, subir el salario mínimo y bajar los impuestos que lo gravan es lo que predica la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), que asegura que el salario no debe fijarlo el mercado… o debe hacerlo a partir de un mínimo que permita llevar un vida digna. Por eso, el SMI es tan… católico.

Eso sí, a Podemos, que una vez tuvo una buena idea, aunque mal ejecutada, hay que plantearle la incongruencia feroz entre la subida del salario mínimo y el Ingreso Mínimo Vital (IMV), una de sus mayores sandeces, dado que estamos creando una España subvencionada y una sociedad de españoles vagos.

Porque la pregunta continúa siendo la misma: ¿para qué trabajar 40 horas a la semana por 950 euros, cuando me van a dar lo mismo por no hacer nada (IMV)? Bueno, me van a dar entre 400 y 1.100 euros.

Hay que poner a España a trabajar, porque corremos el serio peligro de convertirnos en un país subvencionado y en una sociedad de vagos prejubilables. Sí, he dicho vagos pendientes de pasar de la pereza activa a la pereza pasiva de la pensión.

Lo único que no podemos permitirnos en España es el paro… justo lo que promociona y alienta el Gobierno socio-podemita, más amigo de la pobreza que de los pobres.