• Y el dirigente socialista replica al presidente que ha pasado de la mayoría absoluta a la soledad absoluta.
  • Los dos líderes se dicen de todo menos cosas bonitas: se acusan hasta de saltarse la voluntad democrática de los españoles.
  • Las polémicas recetas del FMI sirven el otro campo de confrontación.
  • La oposición teme que "elija las peores recomendaciones" y Rajoy insiste en su hoja de ruta y que el Gobierno bajará los impuestos.
La sesión de control al Gobierno de este miércoles es la prueba del algodón de lo que sucederá hasta el final de la legislatura: la economía manda, por un lado, para lo bueno o para lo malo, y la munición, por otro, ya no será la misma tras la irrupción de Podemos y Ciudadanos en el paisaje municipal y autonómico. La pelea parlamentaria ha sido más intensa por las grietas abiertas tras el 24-M que por la recetas del FMI, todo sea dicho. Y es que el leñazo que ha supuesto la irrupción de las fuerzas emergentes no es ninguna broma para los dos grandes partidos. Mariano Rajoy se aprovecha, mientras, de lo que entiende por debilidad de Pedro Sánchez, que "ha convertido el PSOE en una partido extremista y radical" y el líder socialista, en sus costados, defiende su opción de bailar con la más fea (por los disgustos que le puede traer; a la vista está el caso de Madrid con la nueva alcaldesa, Manuel Carmena, que Rajoy ha calificado de "espectáculo"). Rajoy y Sánchez, en fin, se han dicho de todo menos cosas bonitas. Para el presidente del Gobierno, al PSOE se ha convertido en un partido "radical y alejado de la centralidad" tras los pactos municipales con "grupos extremistas". Es más, "se ha saltado la voluntad democrática de los españoles". Sánchez se ha defendido -está en su deber- y le ha replicado que el único cambio que esperan los españoles es que se marche después de las generales, rebajando la importancia de los cambios en el Gobierno y en el PP, que para los ciudadanos "no tienen ningún interés". Para Sánchez, el PP ha pasado de la mayoría absoluta a "la soledad absoluta". En lo económico, la sombra de lo que aconsejó a España el FMI es alargada y sirve en igual medida para decirse como para desdecirse. A sus mensajes se unió después, en el mismo sentido, el incordio del Banco de España en su informe anual 2014. La oposición ha utilizado los consejos del Fondo Monetario para cargar contra el Gobierno. "Nos da miedo que elija las peores recomendaciones, las que son malas para los ciudadanos", ha dicho Rosa Díez a Rajoy. Y en línea perpendicular, Cayo Lara, se ha quejado del cable que le ha echado el Fondo a la campaña electoral al apoyar "unas reformas sólo han beneficiado al capital a costa de destruir empleos de calidad, bajar salarios y aumentar la pobreza". Rajoy ha preferido quedarse sólo con lo que le interesa. No olvidemos que estamos en un año electoral y que la batalla final llegará a finales de año. En suma, se queda con las previsiones del organismo sobre el crecimiento de España este año, el 3,1%, "más del doble que la media de la zona euro y por encima de la propia previsión del Gobierno (2,9%)", y a lo demás, pista. Rajoy ha insistido en que el Gobierno tiene su hoja de ruta económica para impulsar la economía, "porque mantenemos nuestra soberanía económica", y de que subidas de impuestos y otras recetas, nada. Ahí están, saben, el IVA, los impuestos especiales, los copagos, otra reforma laboral o el contrato único. Ha ido más allá: "El Gobierno no va a subir impuestos, sino a bajarlos, en función de la recaudación". En fin, pero todo lo que ha dicho Rajoy tenía casi la misma letra de los que han dichos estos días los ministros Alfonso Alonso, Cristóbal Montoro o Luis de Guindos. Rafael Esparza rafael@hispanidad.com