No es malo el reportaje de El País sobre las clínicas de reproducción o e fecundación asistida, o fecundación in vitro (FIV), como las quieren denominar.

Ahora bien, el problema es el de siempre: nos quedamos en la tangente. Porque el problema de la FIV no es la propaganda hortera, del tipo “Tu bebé o te devolvemos el dinero”, “llévate el niño a casa” o “la FIV es vida”.

No, el problema es que la FIV es mucho más muerte que vida y, sobre todo, implica un ensoberbecimiento humano de tal calibre que sólo puede describirse con la máxima de la serpiente: Seréis como dioses.  

Ejemplo, el ínclito emprendedor Martin Varsavsky va a poner en marcha una empresa en la que serán robots quienes produzcan los embriones humanos. ¿Y para qué? Ni que la FIV fuera alta tecnología. Tan sólo se cobra como si lo fuera.

El problema es que no explicamos a la gente qué cosa es la FIV. El proceso es este: Pepe se masturba, con o sin revista porno y ya tenemos su más o menos viscosa semillita. A Pepa le hormonan como una vaca y le extraen unos cuantos óvulos y luego procédase a mezclarse todo ‘in vitro’: agítese convenientemente (todo muy romántico, como pueden ustedes comprobar) y sale un embrión. Y lo malo es que, por mor de esa misma soberbia humana, la clínicas FIV no quieren fracasar y no fecundan -y luego inseminan- un embrión, sino varios, según depende.

¿Y para el ‘agite’ se necesitan robots?

Y aquí es donde intervienen un empresario progresista experto en alta tecnología, el gran Varsavsky: robots que, con la perfección de la máquina, agita el cóctel con mucha más precisión y rigor que un vulgar biólogo, naturalmente.

Y encima hortera: seréis como dioses

Claro que a lo mejor por alta tecnología médica entendemos lo que viene después de la inseminación, o antes, según depende. Para entendernos, la eliminación de embriones puede ser pre-implantatoria o post-implantatoria. Depende de si los embriones se analizan antes de la introducción en la mujer o después. Si se analizan antes se eliminarán los menos validos, por lo general todos menos uno. En cualquier caso, hay eliminación de seres humanos.

Si la FIV acaba en postimplantación, el asunto es otro. Resulta que a Pepa se le han implantado 5 embriones y todos son válidos: pero claro, Pepa no quiere quintillizos, le basta con uno. Fácil: procédase a eliminar los otros cuatro, mediante la muy científica técnica de los abortos selectivos. Vamos que nos cargamos a cuatro para que nazca uno. 

Y los que tenemos preparados y no le hemos implantado (ya saben, por si Pepa quieren pagar un segunda ronda), los congelamos (perdón, crioconservamos, que suena más científico) para utilizarlos  en "investigación científica". Naturalmente, con el troceo de los embriones congelados no se ha conseguido curar ni un resfriado pero, eso sí, representa la mayor estafa científica del siglo XXI. Zapatero fue una abanderado en la materia: ¿o acaso nos hemos olvidado del ministro Bernat Soria? Y Barack Obama inició su mandato presidencial con una aberrante forma, rodeado de científicos para la utilización de embriones humanos como cobayas de laboratorio. Una matanza de embriones y, repito, la gran estafa científica del siglo XXI: 

La FIV no es vida, es muerte, además de una cosificación de la procreación humana. En cualquier caso, querido Varsavsky, los robots no dejan de ser una nota de color en el matadero FIV.

Salvo que lo que hayas vislumbrado sea un nicho de negocio. Porque en una cosa tienes razón: la fecundación in vitro es un negocio formidable. Repugnante pero formidable. Muchos se han hecho millonarios con él.

Así que comprendo que quieras hacerte proveedor de robots para FIV. Si te hicieras proveedor de robots para limpiar las calles tendrías menos margen.

La FIV, encima, se ha vuelto hortera porque presume de dar vida con eslóganes como los antedichos. Peor, sobre todo, obedece a ese orgullo que alguien definiera hace ya mucho tiempo, cuando el mundo era joven: Seréis como dioses.

La FIV tiene poco de vida y mucho de muerte. Aproximadamente, en proporción 10 a 1.