El País, que ha dado la exclusiva, a toda portada, no cabe en sí de gozo: asegura que un hospital de Valencia, no en años y con una serial de operaciones, sino de una tacada, tan solo en 17 horas, ha conseguido convertir la fisiología de una mujer en la fisiología de un hombre.

Se le han extraído los genitales femeninos y se le han colocado los atributos morfológicos masculinos… ¡en 17 horas!, cuando hasta el momento –otro avance científico– se tardaban años.

Es evidente que la Seguridad Social debería tomar buena nota y ofrecer el servicio de forma gratuita a todo el que lo desee.

La naturaleza exige que el género se adecúe al sexo biológico

No elegimos si nacemos, no elegimos el lugar donde nacemos, no elegimos la época en la que nacemos, no elegimos a nuestros padres, ni si somos altos o bajos, guapos o feos. Tampoco elegimos nuestro sexo, pero podemos elegir cambiar, al menos físicamente, nuestro sexo de varón a hembra o de hembra a varón, según dependa. Lo de cambiar de género resulta simple –un formalismo burocrático– pero más complejo, porque la naturaleza es vengativa y exige que el género se adecúe al sexo biológico, no al revés.

No podemos crear pero podemos jugar a no tener límites con la creación

Porque el hombre no crea, solo fábrica con los elementos ya creados de la nada. El hombre, de la nada, no saca nada. Y este no es un principio filosófico: es una evidencia. No es científico, es mucho más: es un principio racional. El viejo llamado a ‘ser como dioses’.

Se convierte así en la posibilidad de ser dioses cutres, como los médicos de Valencia, que no crean nada pero pueden fabricarlo todo. No podemos crear pero podemos jugar a no tener límites con la creación.