La ministra Nadia Calviño lleva ya varias semanas insistiendo en una sola idea: la economía española va bien. Sin embargo, se le escapa siempre la cruz de la moneda. Aunque haya cosas que van mal pero eso, claro está, es culpa de la derecha.

En una reciente entrevista con el diario económico alemán Handelsblatt, Calviño perpetra dos afirmaciones curiosas. A saber:

1. En España hay quien no puede llegar con su salario a fin de mes.

Pues mire señora Calviño: no tiene usted más que elevar, a partir del 1 de enero, a 1.000 euros el salario mínimo interprofesional para una jornada laboral de 40 horas semanales.

Y lo que dice que va mal -salarios bajos y precariedad laboral- puede arreglarlo ella misma: SMI a 1.000 euros y un solo contrato indefinido

¿Precariedad laboral? Nada más sencillo señora ministra: un solo contrato, indefinido, con indemnización por despido pactada de antemano. Y hemos terminado con la precariedad. Pero ojo, señora ministra: ambas medidas están en su mano, no tiene más que ejercerlas.

Habrá más empleo y mejores salarios. Pero, insisto, las dos cuestiones están en su mano.

Lo peor de la economía española es el envejecimiento de la población, forzado por un feminismo en verdad estúpido

2. A la ministra y al Gobierno Sánchez en su totalidad les está ocurriendo lo mismo que a Zapatero: niegan la crisis que viene. Todos los indicadores lo certifican: aumenta el paro, se reducen las exportaciones (probablemente el punto más relevante), la burbuja inmobiliaria regresa, el crecimiento económico desciende, el petróleo y la inflación suben, mientras los empresarios están hartos de la energía verde que pretenden imponer el Gobierno (carísima). Además, están las subidas de impuestos que aumentan el tamaño del sector público y reducen el de la sociedad. En definitiva, un ataque permanente a las clases medias, que son las más efectivas. Y lo más preocupante, lo más sustancial, lo más estructural: el envejecimiento de la población, forzado por un feminismo que odia la maternidad, a la que considera como enemigo jurado de la feminidad.

Calviño está empeñada, y como ella Pedro Sánchez, en repetir el mismo error de Zapatero: negar la crisis que viene.