El general de División Pablo Salas Moreno (en la imagen) es el nuevo número uno (DAO) de la Guardia Civil (bueno, el número dos, pero el 1 es el cargo público, civil y transitorio, nombrado por cada Gobierno). Ya saben la historia: Marlaska cesa a Diego Pérez de los Cobos como jefe de la Comandancia en Madrid. De inmediato, Laurentino Ceña, el máximo jefe de la Benemérita, dimite en solidaridad, mientras Marlaska insiste en que el uno había perdido su confianza sin explicarnos por qué y que Ceña ya estaba jubilado… lo que no es cierto.

Al final, Marlaska, con su nombramiento, pega el salto por encima de tres tenientes generales y nombre a una general de nombre Pablo Salas Moreno, a quien un alto cargo de la Benemérita definió así: “ni una mala palabra, ni una buena acción”. Nada de subjetividad es el mismo alto cargo que reconoce su formación profesional pero que, en cualquier no caso entiende por qué Marlaska ha recurrido a él cuando en el escalafón existían al menos otros tres mandos con más rango militar, más altos en el escalafón.

Y por cierto, el asunto no ha terminado. Tras la dimisión del número 1, Laurentino Ceña, ahora dimite el número 2, teniente general de Operaciones, Fernando Santafé, que era quien debía sustituir a Ceña. Las asociaciones de guardias civiles están presionando a sus jefes para conseguir una cadena de dimisiones. Ya casi la tienen.

Es igual, Marlaska ya colocó a José Manuel Santiago en las alturas, sí aquel que protegía la imagen del Gobierno, y ahora acoge a Salas como principal mando “Ni una mala palabra, ni una buena acción”.  El objetivo de Salas y Santiago es el mismo: una Guardia Civil sumida al Gobierno frentepopulista.