• Controlar para vender, se entiende, que él no es banquero sino especulador.
  • Ya intentó una fusión por absorción con el BBVA y ahora buscaba una participación de control, siempre por encima del 10%.
  • Al comprobar que no podía con Oliu ha decidido marcharse.
  • Problema de fondo: Oliu ha hecho perder mucho dinero al núcleo duro del banco.
  • El Sabadell se enfrenta a la era del final del ROF aunque lo tiene bien provisionado.
A ver si nos entendemos. Cuando Jaime Gilinski (en la imagen) compró un 5% del Sabadell en 2013 -pagó 275 millones de euros-, lo hizo con una única intención: controlar el banco. Pero cuidado, no para desarrollar el negocio en nuestro país ni en ninguna otra parte sino para vender la entidad al mejor postor. No tenía prisa, pero sí una hoja de ruta clara. Para controlar el Sabadell primero tenía que controlar al presidente del Consejo de Administración, es decir, a Josep Oliu. Fracasó, pero eso no le impidió moverse entre bambalinas. Así, intentó una fusión por absorción con el BBVA, pero tampoco le salió bien. Vuelta a empezar, el último intento de Gilinski ha consistido en buscar una participación de control, siempre por encima del 10%, pero se ha topado, una vez más, con la imposibilidad de controlar a Oliu. Al final ha tomado la única puerta que le quedaba: la de salida, que se ha concretado este martes con la venta de un 2,99% de las acciones del banco, de las que la gran mayoría -el 2,04%- las ha comprado el fondo Itos Holding Sárl por unos 200 millones de euros. Gilinski aún posee alrededor de un 2% del Sabadell, pero en cuanto la cotización se lo permita, desaparecerá completamente. El problema de fondo, sin embargo, continúa presente: Oliu ha hecho perder mucho dinero al núcleo duro del banco. Y ahora el Sabadell se enfrenta a la era del final del ROF (el negocio de sopa boba de la bicicleta financiera), aunque lo cierto es que lo tiene bien provisionado. Pablo Ferrer pablo@hispanidad.com