Apellidarse Monasterio no parece mala forma de hacer política. Tanto Lourdes Méndez Monasterio (antes PP, ahora Vox) como Rocío Monasterio, contra la que arremetió Sánchez aprovechado que no es congresista y no se podía defender, se están convirtiendo en alguna de los escasísimos políticos españoles -ambas del sexo femenino- lo suficientemente valientes como para expresar una opinión, más que ética, sensata. Ayer fue Méndez Monasterio con la eutanasia, hoy, Rocío Monasterio con el pin parental y con un alegato a la presidenta madrileña Díaz Ayuso, para que sea coherente y valiente ante "el consenso progre".

Además, tiene razón: el PP siempre ha sentido complejo hacia la izquierda y se acerca a ella para intentar frenarla, sin darse cuenta de que, a la postre, por no creer en nada e intentar estar en todo, es la izquierda la que acaba fagocitando al PP.