• La petrolera gana 1.583 millones de euros hasta septiembre, un 40% más que en 2016.
  • El Upstream (extracción) vuelve a la primera línea y ya supone el 29% del beneficio.
  • Todo esto sin descuidar el apalancamiento: el efecto neto inversión–reducción de deuda, supone un incremento del 157% a los recursos aplicados a transformar el balance.
Uno no puede elegir la actualidad del día en que ha decidido presentar cuentas. Algo así deben pensar los responsables financieros de Repsol, que esta mañana de viernes han presentado los resultados del tercer trimestre de 2017. Unos resultados francamente buenos, aunque ha caído el valor de su acción. Eso sí, menos que el Ibex-35 y, sobre todo, menos que la banca, el sector más perjudicado con la cuestión catalana. Los beneficios del tercer trimestre de 2017 han sido superiores en un 11% a los de igual periodo de 2016. Más amplia es la diferencia entre los resultados acumulados en los nueves primeros meses de 2017 y los del mismo periodo de 2016: 40%. Vamos a continuar con el análisis del periodo enero-septiembre de 2017 con respecto a igual periodo del ejercicio anterior. Pero antes de entrar a los detalles, conviene recordar el contexto: la caída del precio del crudo obligó a Repsol a tomar medidas drásticas y la petrolera aprobó un plan de negocio que se sustentaba sobre el barril a 50 dólares. En un segundo momento, y ante la continuidad del desplome del Brent -en febrero de 2016 llegó a estar a 26,2 dólares-, la compañía tomó medidas hasta situar el umbral en los 40 dólares. Ahora, con el barril en el entorno de los 60 dólares, todo son alegrías. Eso ha sido lo que ha disparado el prestigio del consejero delegado, Josu Jon Imaz. A este paso, incluso, la compañía podrá rentabilizar Talisman, la petrolera canadiense por la que pagó 10.400 millones de euros. Ahora sí, vamos con los pormenores. Los ingresos han crecido un 17% lo que, unido a un menor incremento de los gastos ( 16%), explica el fuerte crecimiento del resultado de explotación: 35%. A partir de aquí y como el efecto de las partidas que conectan este último margen con el resultado final no es relevante, se explica el fuerte crecimiento final antes comentado ( 40%). La generación de caja por las actividades de explotación ha crecido fuertemente ( 46%), lo que ha permitido a la entidad pasar de una posición desinversora en los tres primeros trimestres de 2016 a una fuertemente inversora en 2017. La reducción de deuda continúa siendo importante, aunque los recursos aplicados a la misma se han reducido mucho respecto de 2016 (-33%). Todo es congruente: Repsol venía de la crisis financiera con un apalancamiento fuerte que ha ido reduciendo, en parte, liquidando activos. Así hasta 2017, cuando pasa a adquirir activos, lo que no le permite, y además ya no es necesario, mantener su ritmo de reducción de pasivo. El efecto neto inversión–reducción de deuda, supone un incremento del 157% a los recursos aplicados a transformar el balance. Todo esto ha sido posible por el fuerte crecimiento del Ebitda ( 25%) en los nueve primeros meses de 2017. Las actividades extractivas (Upstream) del grupo han sido el verdadero éxito del ejercicio y han pasado de representar el 3% del resultado neto ajustado a representar un 29%, sin que la pérdida de importancia relativa de las de refino y comerciales (Downstream) hayan dejado, sin embargo,  de crecer: 8%. Esperemos que la marejada del Noreste pase pronto porque no está permitiendo a los accionistas disfrutar del bien merecido incremento de valor de sus títulos después de la crisis. Rodrigo de Silos rodrigode@hispanidad.com