Me veo en la necesidad de decirlo en voz alta. El nuevo nombre de Gas Natural Fenosa, Naturgy, no suena bien. Seguro que han invertido un pastizal en el cambio de denominación, en amplios estudios de marketing sobre la viabilidad de un cambio de imagen corporativa y de los éxitos que derivan de los anglicismos. Pero su nueva denominación da mucho juego. Podemos pensar que es la competencia de Naturhouse, y que quieren ponernos a dieta a consecuencia de los elevados precios de la energía. Podemos pensar que al pronunciar la “gy” final, poner una “a” en medio queda elegante, pero haría salir del armario a la compañía, y de verdad, si queremos pronunciar la “g” como “j” puede ser divertido para los accionistas guiris, que tampoco tienen culpa en esta fiesta.

En cualquier caso, el análisis se vuelve complejo

Ya lo he dicho, pero es que lo que realmente no suena bien es su cuenta de resultados del primer semestre (ver el documento adjunto). Unas pérdidas de 3.281 millones de euros hasta junio son una broma de mal gusto, de suficiente gravedad como para olvidarnos de cómo pronunciar su nueva denominación social. Recordemos que el año pasado, en el mismo periodo, reconoció unas ganancias de 550 millones de euros. Los deterioros de 4.900 millones de euros de sus activos de generación suponen un lastre brutal, por mucho que en la presentación de su nuevo plan estratégico justificara que tal deterioro es consecuencia de nuevas hipótesis de partida y proyecciones de negocio actualizadas a los nuevos objetivos del grupo. Por suerte, este deterioro no será recurrente y, como dice el presidente de la compañía, no tendrá impacto en la remuneración del accionista, pero como forma de empezar la fiesta, tiene precio. Sorpresas nos darán los datos de los próximos ejercicios, pero inquietante en este momento es, y mucho, realizar un lavado de cara tan importante, toda una exfoliación del balance que sólo podrá derivar en mejores cifras para cursos futuros. 

Francisco Reynes se ha tomado hasta el 2022 para limpiar, a partir de ahí, crecer

Si no tenemos en cuenta este ajuste tan brutal, el beneficio neto recurrente habría sido de 523 millones de euros, mientras que el resultado bruto de explotación recurrente habría reflejado un aumento del 6% en los seis primeros meses del año, hasta los 2.105 millones de euros. En estas cifras, mucho tiene que decir la evolución de los tipos de cambio, con un impacto negativo de 106 millones en el Ebitda, afectando a todas las divisas en las que opera la entidad.

Desde el terreno del balance, la deuda financiera neta queda fijada en 12.362 millones de euros con una ratio de endeudamiento del 45%.

No confundan Naturgy con Naturhouse. No tiene nada que ver

Por suerte, estos datos no nublan la idea de seguir repartiendo dividendos de 0,28 euros por acción en efectivo, el 31 de julio, a cuenta de los resultados del presente ejercicio, parte de los 1,3 euros del dividendo total del año. A partir de ahora, un aumento del 5% anual hasta un total de 1,59 euros por acción en el ejercicio 2022. Todo parece indicar que se sienten culpables por la nueva denominación de la compañía, sin duda.

En resumen, disparar las pérdidas contables de forma artificial no deja de resultar una maniobra arriesgada. En cualquier caso, el análisis se vuelve complejo.

Dicho de otra forma, Francisco Reynés (en la imagen) se ha tomado hasta el 2022 para limpiar, a partir de ahí crecer.