La banca pública mantiene el tipo, al menos en lo referente a los resultados obtenidos a lo largo de los primeros seis meses del ejercicio 2018, si bien no ha conseguido con ello resultar lo suficientemente atractiva como para cautivar a los inversores y reflejar la evolución de su actividad en una mejora en la cotización. Al final, cuando decidan privatizar Bankia, se venderá a precio de saldo, sin recuperar una parte importante de las inadecuadas ayudas públicas al rescate de los políticos incautos que gobernaban las cajas de ahorros.

Porque no nos engañemos, al final, la lluvia de millones ha servido para apuntalar a políticos, sindicalistas e ingenuos catedráticos que ayudaban al sector público a incrementar el gasto, convirtiendo el gasto político en gasto de cajas, en activos inadecuados que devinieron en tóxicos, y más que tóxicos, en inmorales. Claro está, todo esto se olvida con el tiempo y lo mejor que podemos hacer es poner un impuesto a la banca, por malos, en forma de penitencia por la culpa de un tercero. Munchausen por poderes.

En definitiva, y si nos centramos en lo que hemos venido a hablar aquí, la publicación de hoy de los resultados de Bankia refleja un beneficio atribuido por un valor total de 515 millones de euros, un leve aumento del 0,1% respecto al mismo periodo de ejercicio anterior, ligeramente por encima de las expectativas del mercado, que no daban mucho más. Cierto es que tales resultados quedan sesgados por la integración del negocio de BMN, lo que ha permitido un incremento de ingresos y un empujón a la cuenta de resultados, así como un reflejo en su balance con un incremento de activos. Pero, lamentablemente, el grupo sigue recogiendo una debilidad importante de márgenes, con una ligera incierta. En concreto, el margen de intereses refleja un importe total de 1.047 millones de euros, un 5,3% más que hace un año. No obstante, tomando en consideración el efecto de BMN el margen de intereses habría reflejado una caída del 9,8%. Estos valores se reflejan igualmente en otros escalones de la cuenta de resultados. En concreto, su margen bruto quedó fijado en 1.841 millones de euros, un incremento del 11,8%, pero que en términos homogéneos habría caído un 7,5%. Preocupante.

​Mientras, se impone la idea de que el Estado nunca recuperará lo invertido en Bankia

En este sentido, el efecto en beneficios de la incorporación de BMN resulta especialmente relevante en el ámbito de los gastos de explotación, que suman un total de 944 millones de euros, con un aumento del 23,6%. Haciendo una comparación adecuada, considerando que BMN ya hubiera estado integrada en el mismo periodo del ejercicio anterior, los gastos de explotación habrían reflejado una disminución del 1,7%, derivado de las sinergias y ajustes de plantilla sobre la base del ERE firmado tras la fusión.

Es en el ámbito de las dotaciones de deterioros de crédito e inversiones inmobiliarias, donde se salva en alguna medida la cuenta de resultados, con dotaciones de 96 millones en el semestre, un 28,4% menos a las dotadas en el trimestre anterior, con un total de 230 millones en el semestre. Evidentemente, la menor tasa de morosidad, situada en un 8,1%, con una disminución de 60 p.b. a lo largo del trimestre y de 80 desde el inicio de 2018 son una ayuda coyuntural imprescindible. Este dato es evidencia de que un aumento del empleo, con una caída hasta el 15,3% de los parados en el segundo trimestre y una creación de 469.900 nuevos puestos son un factor imprescindible para la mejora de la actividad bancaria en general, sobre todo en un escenario de tipos de interés anómalos. Todo para poder afirmar que la ratio de capital ordinario (CET1) se sitúa en el 12,41%, un exceso de capital de 343 millones sobre la base del 12% fijado como nivel adecuado por la entidad.

Contento estará el nuevo equipo de Sánchez con estos datos, con las ansias de poner un impuesto a las Cajas; cifras donde hincar el diente, aunque sea con efectos perniciosos sobre su banca pública y la participación del Estado en sus dividendos.

No es de extrañar que el CEO de Bankia, Pepe Sevilla (en la imagen), se oponga al impuesto del PSOE a la banca, pero con menos ahínco que José Antonio Álvarez, el presidente del Santander. Porque claro, lo que el Gobierno imponga a Bankia como gravamen, no lo cobrará como dividendo.