Como informó Hispanidad, recientemente fue asesinada en la República Centroafricana la misionera burgalesa Inés Nives Sancho, de 77 años y perteneciente a la congregación francesa de les Filles de Jesus de Massac. Su cuerpo fue hallado "horriblemente mutilado" en la habitación donde enseñaba costura, en esta aldea cercana a la frontera con Camerún, según informó el diario del Vaticano, L'Osservatore Romano. La misionera, que también tenía nacionalidad francesa, llevaba 26 años trabajando en el país.

Pues bien: según informa Alfa y Omega, la pureza de la sangre de sor Inés fue la causante de su asesinato. Los buscadores de diamantes desangran a los más inocentes para extender su sangre sobre la grava y así «tener fortuna» para encontrar las preciadas piedras.

El obispo de Bangassou, monseñor Juan José Aguirre, pasado el shock inicial y analizada la situación, ha explicado a Alfa y Omega el verdadero motivo del asesinato despiadado de la mujer buena e incansable.

En esa zona del país se piensa que la sangre de la gente pura, sin malicia y con salud, como era sor Inés, no está contaminada. Y esa sangre da fortuna", explica Mons. Aguirre

Nola, la aldea hogar de sor Inés, está en el sur del país, cerca de la frontera con Camerún. Lugar de minas de diamantes y jóvenes sedientos de dinero y repletos de supersticiones. «La extracción de las piedras preciosas de los ríos comienza por una compraventa de un montón de grava. Primero alguien va al río, saca la tierra, la expone allí cerca, y luego hay quien la compra», explica monseñor Aguirre. Es el momento de la búsqueda el que conlleva la muerte de los inocentes: «En esa zona del país se piensa que la sangre de la gente pura, sin malicia y con salud, como era sor Inés, no está contaminada. Y esa sangre da fortuna». Por eso es habitual que desaparezcan niños cada dos por tres, «como no se cansan de denunciar los sacerdotes», y por eso degollaron a la monja. «Para distribuir su sangre sobre la grava comprada y que aparezcan los preciados diamantes». En otras zonas del país desangran gallos o pagan a gente que creen que da suerte para que observe el trabajo de extracción. Sor Inés no tuvo esa oportunidad. La desangraron por la tarde, mientras a regresaba casa después de ir a Misa y comer con un grupo de feligresas. Había quedado después con una familia, pero nunca llegó a la cita. Un vecino preocupado tras ver la puerta de su choza abierta y las cosas revueltas, alertó a las autoridades. Los vecinos organizaron patrullas para buscarla. Y la encontraron entre la maleza. Y la enterraron pocos días después. Había mucha gente despidiéndola.

Luchar contra la superstición es tarea prioritaria para la Iglesia en Centroáfrica. Monseñor Aguirre encoge la voz cuando explica cómo las acusaciones de brujería está acabando con la vida de cientos de ancianos, enfermos de alzhéimer o sencillamente solos y frágiles. «El adivinador del pueblo tiene una revelación interior que dice al vecino que va a verle que su enfermedad es culpa de la anciana viuda y con hijos muertos que está teniendo sus primeros episodios de demencia senil». Y ahí llega el linchamiento público y, en muchos casos, la muerte, como ocurre desde hace meses a manos de los antibalaka, «que están haciendo, como dicen ellos, limpieza social, abriendo en canal o quemando vivos a los acusados de brujería». Solo en Bangassou hay cuatro casas para recoger a estos brujos, y que vivan sus últimos años de la manera más digna posible, protegidos bajo el paraguas de la Iglesia. La Conferencia Episcopal Centroafricana está investigando la raíz de estas supersticiones para atajar el problema.