• Se siente víctima de un linchamiento y está dispuesto a jugar duro en pleno periodo electoral.
  • Y con ello pone en el proscenio los intereses ocultos de Génova y Moncloa.
  • Asegura que no sabe de qué se le acusa.
  • Lo cierto es que Rato está convencido de que todo ha sido un montaje de sus antiguos compañeros del PP.
  • Y en el Gobierno continúan apuntando a la vicepresidenta como filtradora de la detención televisada de Rato.
  • Rajoy se distancia aún más de Soraya.
  • El lío entra en la Fiscalía y la Inspección de Hacienda no puede ser mayor.
  • Y el papelón de Marga García-Valdecasas es de libro.
Mañana del miércoles. Rodrigo Rato apareció por los Juzgados de la madrileña Plaza de castilla pero los abandonó al poco rato (con perdón). Aprovechó la absoluta confusión en la que se está moviendo su caso para negarse a responder con la alegación de que no sabía de qué se le acusaba. Fuese y no hubo nada. Y no le faltaba razón: recuerden que la acusación -en los medios- era triple: alzamiento de bienes, blanqueo de dinero y delito fiscal. Todo ello televisado y filtrado a algunos medios, por ejemplo a La Sexta, desde la mismísima Vicepresidencia del Gobierno. Algo que hizo que Rajoy se distanciara aún más de su segunda, Soraya Sáenz de Santamaría. Comprendió el vicepresidente que su segunda quería ser quien rematara al aznarismo corrupto para abrir una nueva etapa donde el PP liderara la nueva generación. Por ejemplo, Soraya. Lo malo es que Rajoy también pertenece al aznarismo. Como Rato. Pero luego resultó que el propio juez quita dos delitos y se queda con el fiscal. Y resulta que la inspectora jefa de la Oficina Nacional de Investigación de Fraude (ONIF), Margarita García Valdecasas, tampoco ratificó el informe de la inspección sobre el juez. Lo cual, claro, daba pábulo a una persecución en toda regla contra Rodrigo Rato. Conclusión, el ex vicepresidente le ha dicho al juez, no sin razón, que responderá a las acusaciones cuando quede claro de qué se le acusa. Lo cierto es que el lío entre la Fiscalía y Hacienda no puede ser mayor. Y el lío entre Rajoy y Soraya, por la detención televisada de Rodrigo Rato, tampoco. Rodrigo Rato no es Luis Bárcenas. El tesorero utiliza todos los datos de que dispone como chantaje y/o venganza contra la cúpula del PP. Por eso, ahora ya no asusta porque nadie se cree que disponga de más material acusatorio y Mariano Rajoy le ha aguantado bien la primera embestida de Bárcenas, la etapa que protagonizara como instructor el juez Pablo Ruz. En resumen, Rato no chantajeará pero está dispuesto a jugar duro en pleno periodo electoral. Y eso con un PP que parece cada vez más a la UCD. Pero Rato sí puede dividir al PP si se demuestra que hay gente en el partido y, sobre todo, en el Gobierno, que se ha dedicado a echar tierra encima de la vieja guardia, de todo el aznarismo. En plata, Rato se siente víctima de un linchamiento instrumentado desde su propio partido, no tanto desde Rajoy como desde Soraya, y está dispuesto a jugar duro en pleno periodo electoral. Con ello pone en el proscenio los intereses ocultos de Génova y Moncloa. Los hechos: es cierto que un ex ministro de Hacienda no debería haberse visto obligado a regularizar. Y no sólo eso, sino que parece que a Hacienda no le bastaba la regularización realizada. Ahora bien, que la propia jefa firmante parezca alejarse del informe de sus subordinados es como echarse a reír. Marga García-Valdecasas es hermana de Julia García-Valdecasas, ministra de Administraciones públicas con Aznar, fallecida en 2009. Como su hermana, Marga García-Valdecasas no ha mamado inspección de Hacienda sino intervención, que es cosa bien distinta. Además, es una funcionaria obediente, siempre al quite de lo que ordene Santiago Menéndez, el director de la Agencia Tributaria. Todo parece indicar que en un principio se fue a por todas contra Rodrigo Rato y que, tras el cabreo de Rajoy con Soraya, se echó marcha atrás. Pero eso no quita el papelón de la directora de la ONIF. Si firmas algo es porque te comprometes con ello. Y si no, pues no lo firmas. El juez debe estar contento y no es de extrañar que Rato se haya negado a responder. Primero que le digan de qué le acusan. Pero lo peor es lo que Rato pueda desmelenarse, en plena campaña electoral, harto del trato que le están dando 'los suyos'. Eulogio López eulogio@hispanidad.com