Javier Botín ha comprado 20 millones de opciones sobre acciones del Banco Santander, que podrá ejecutar el 15 de diciembre de 2023, a 3,4 euros por acción. Es decir, en tres años y medio, la cotización del banco debería subir alrededor de un 70% para que la apuesta de Javier sea exitosa. El Santander cotiza este miércoles a 1,97 euros por acción.

Al margen de lo que ocurra ese día, la apuesta de Javier es un pulso a su hermana mayor que, después de varias compras realizadas en los últimos meses, posee 16,6 millones de acciones, que representan el 0,171% del capital del banco. Y lo más importante: todo esto sucede al margen de la sindicatura que mantienen los hermanos Botín.

Ese es el pulso: 20 millones de opciones sobre acciones, frente a 16,6 millones de títulos. En otras palabras: mientras Ana manda en el Santander, Javier ejerce de controlador del negocio familiar. No en vano, son los únicos Botín que están en el Consejo del Santander, y recuerden que Javier es consejero externo -no dominical-, para evitar que algún accionista, principalmente los fondos, reclamen que los Botín, que en total suman menos del 0,70% del capital, no tienen derecho a dos puestos en el Consejo. 

Sea como fuere, en la familia cántabra se sigue respetando la diarquía que estableció Emilio Botín: Ana preside el banco y Javier, presidente de la Fundación Botín, la vigila. Y como controlador que es, no va a quedarse atrás cuando la presidenta se aleja de la Sindicatura familiar y quiere medrar como accionista al margen de 'lo común' del patrimonio de los seis hemanos Botín.

Y no sé si es bueno. Los Botín ya tienen bastantes enemigos en los fondos de inversión, enemigos espurios, por cierto, que no andan muy cargados de razón. No deberían abrir frentes internos. Recuerden lo de Orcel