La educación marxista siempre ha consistido en dos elementos:

1.Alejar a los niños de sus padres. Es el Estado quien educa, no los padres.
2.Crear un ambiente rijoso, con especial interés en que los adolescentes tengan relaciones sexuales tempranas.

No es que en la escuela pública se les enseñe un ideario maligno: es que no se les enseña ninguno

La política educativa del Gobierno Sánchez, que por el momento comanda la ministra Isabel Celáa, va por esa línea sólo que actualizada.
Para alejar a los niños de sus padres y que sea el Estado quien les eduque en los llamados valores cívicos -teme al poder y paga tus impuestos- lo mejor es recortar una y otra vez la libertad de enseñanza. Los padres que quieran educar a sus hijos en un centro privado lo tienen difícil y el Estado les ofrece, a cambio, la escuela pública. No para enseñarles un ideario determinado sino para no enseñarles ninguno. Así son víctimas fáciles para lo políticamente correcto, que es el pensamiento único de nuestros de nuestros días: el pensamiento débil.
Se trata de suprimir toda formación moral en el sistema educativo. En España, suprimir la educación católica.
En ese ambiente es donde crece la pornografía.

¿Cómo es posible que el gobierno Sánchez no perciba la relación entre pornografía y abusos sexuales?

Pasando de lo abstracto a lo concreto, la ley educativa que prepara la ministra Celáa, ahora en funciones, consiste en suprimir cualquier tipo de formación moral (bueno salvo la moralidad panteísta del cambio climático, ese sí) así como cualquier prohibición o mera alusión a la necesidad de que los niños no tengan contacto con la pornografía se convierte así en algo indeciblemente reaccionario.
Un niño-adolescente-joven obsesionado con el sexo se convierte en un adulto incapaz de ejercer su libertad, dócil al poder y muy manipulable. Eso es lo que perseguían los comunistas polacos y es ahora lo que persiguen los socialistas españoles... y algún otro partido, como Ciudadanos, que es muy moderno.

Por cierto, es curioso que el Sanchismo se autotitule feminista, que brame contra los abusos sexuales... y que, al mismo tiempo, no ose poner coto a la asfixiante pornografía ambiental. ¿Es que no ven la relación entre lo uno y lo otro?